LUMIERE
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LUMIERE
SIN TITULO
Desesperada y solemne,
Como calma despedazada por truenos
En una noche obnubilada,
Deseé emprender danza
Con los cirios caprichosos que parpadeaban
Junto al camino.
Los rocé con dedos fríos,
Y corrieron hacia los abismos.
Vislumbré la sombra de una bestia dormida,
Alerta y suspicaz, un sonámbulo sirviente.
Me vistió con sus labios, y sus ojos
Me acariciaron las entrañas con hambre.
Llagas florecieron como flores a cada beso…
Devoré mi alma al ritmo que me demandaba…
Me llené las manos de su esencia,
Para luego dejar caer sobre mi pecho
Puñales que me alejaron del ensueño.
Luminoso, lejano espejismo…
Oculto vives aún en mis recónditos jardines.
Aún reptando bajo la tierra… echando raíces.
Desesperada y solemne,
Como calma despedazada por truenos
En una noche obnubilada,
Deseé emprender danza
Con los cirios caprichosos que parpadeaban
Junto al camino.
Los rocé con dedos fríos,
Y corrieron hacia los abismos.
Vislumbré la sombra de una bestia dormida,
Alerta y suspicaz, un sonámbulo sirviente.
Me vistió con sus labios, y sus ojos
Me acariciaron las entrañas con hambre.
Llagas florecieron como flores a cada beso…
Devoré mi alma al ritmo que me demandaba…
Me llené las manos de su esencia,
Para luego dejar caer sobre mi pecho
Puñales que me alejaron del ensueño.
Luminoso, lejano espejismo…
Oculto vives aún en mis recónditos jardines.
Aún reptando bajo la tierra… echando raíces.
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Re: LUMIERE
Sierva
Desconcertante padecimiento fue verte
Deslizar tu furia en mis entrañas.
Someterme… verte pleno de orgullo,
Codeándote con lo excelso,
Mientras vertías hieles hirvientes en mi garganta.
Tu odio penetró mis ojos
Como hierros incandescentes.
Tu poder, hecho carne,
Estancó mi aire, flageló mi cansada mente.
Tus manos profanaron mi cuerpo,
Tendiendo emboscadas a los sentidos.
Sorbiste desde mis concavidades
El dulzor de inocencia que alguna vez fue regado
Sobre mis cortezas y caminos.
Las noches han venido a mi encuentro,
Mientras la luz de las ventanas del alma se desvanece.
Tus palabras han adquirido la consistencia
De dagas forjadas en el infierno mismo
Que crepita en tus labios, eternamente sonrientes.
Arma de mortífero ensueño…
El veneno escurriendo fuera del templo
De tu terrenal morada, dulce demonio,
Es acogido con deleite, invitado a llenar mis llagas
Y envolverme, evitándome distinguir
Entre dolor lacerante y extasiante delirio…
Cuando no haya nada más que quebrar,
Cuando no quede fibra de humanidad en este cuerpo
Que no hayas visto sangrar al son de mis gemidos,
¿Qué harás, corruptor mío?
¿Vagarás acaso con cada luna, en busca de un cuello que morder,
Una herida que abrir en el alma ajena?
Por eso tómame, reinventa sufrimientos ya vividos.
Hiere hasta que los gritos se hagan sonata inalterable,
Llenando tus oídos, inundando el antro de tu corazón dormido.
Glorificante riqueza he de conseguir
Al enmendar mi error, cortar el hilo funesto
Que me ató a verte vivirme…
El destino caerá sobre mí, para convertirme
En fiel libro de enseñanzas puras,
Y servirte sin tiempo, sin conciencia,
Hasta que puedas encontrar, para tu enfermo espíritu, la cura.
Desconcertante padecimiento fue verte
Deslizar tu furia en mis entrañas.
Someterme… verte pleno de orgullo,
Codeándote con lo excelso,
Mientras vertías hieles hirvientes en mi garganta.
Tu odio penetró mis ojos
Como hierros incandescentes.
Tu poder, hecho carne,
Estancó mi aire, flageló mi cansada mente.
Tus manos profanaron mi cuerpo,
Tendiendo emboscadas a los sentidos.
Sorbiste desde mis concavidades
El dulzor de inocencia que alguna vez fue regado
Sobre mis cortezas y caminos.
Las noches han venido a mi encuentro,
Mientras la luz de las ventanas del alma se desvanece.
Tus palabras han adquirido la consistencia
De dagas forjadas en el infierno mismo
Que crepita en tus labios, eternamente sonrientes.
Arma de mortífero ensueño…
El veneno escurriendo fuera del templo
De tu terrenal morada, dulce demonio,
Es acogido con deleite, invitado a llenar mis llagas
Y envolverme, evitándome distinguir
Entre dolor lacerante y extasiante delirio…
Cuando no haya nada más que quebrar,
Cuando no quede fibra de humanidad en este cuerpo
Que no hayas visto sangrar al son de mis gemidos,
¿Qué harás, corruptor mío?
¿Vagarás acaso con cada luna, en busca de un cuello que morder,
Una herida que abrir en el alma ajena?
Por eso tómame, reinventa sufrimientos ya vividos.
Hiere hasta que los gritos se hagan sonata inalterable,
Llenando tus oídos, inundando el antro de tu corazón dormido.
Glorificante riqueza he de conseguir
Al enmendar mi error, cortar el hilo funesto
Que me ató a verte vivirme…
El destino caerá sobre mí, para convertirme
En fiel libro de enseñanzas puras,
Y servirte sin tiempo, sin conciencia,
Hasta que puedas encontrar, para tu enfermo espíritu, la cura.
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Re: LUMIERE
La Pira
Cada noche, mientras circundas
Sus prados en llamas, sus silentes colinas
Y engulles aquella lívida luz en su mirar candoroso,
Mis cenizas incendian nuestro marchito lecho,
Y me retuerzo, oyendo en el vacío entre las sábanas
Su placer derramado contra tu pecho, perezoso.
Contengo entonces su respiración, saboreando el verter
De tus besos sobre el cauce de sus entrañas,
La fragua en tu aliento, llenándola de calor infranqueable,
Capaz de transfigurar mi ramo de mustia calma
En vapores de gozo insoslayable.
Me veo crepitar al estamparme contra la solidez
De tu intangible carne…
Tu piel se vuelve jirones al viento mientras
Yo te hurgo, paladeando tu sangre,
Su sabor impregnado a mi garganta como indeleble tinta.
Tentador… invitando a los fantasmas de antiguos días
A apropiarse de las caras que me cubren,
Y reavivar la flama que extiende la delicia de mis deseos,
Como la muerte entregando tímidas caricias.
Pero mientras cierro los ojos,
Extasiadas mis lágrimas, corriendo con desenfreno,
Oigo a lo lejos tu voz, agitada y traslúcida,
Como inmersa en aguas rabiosas, heladas.
Es su nombre el que fluye por tus poros,
Inundando mis pulmones, lavando mi cuerpo
De tus vívidos recuerdos, de tus dientes afilados
Surcando la cobija de mi espíritu, alborozado.
Lamiendo mis propias heridas me arrastro,
Presa del más cruento entendimiento…
Lo que una vez borboteó en nuestro pozo, oculto por madreselva,
Hace mucho tiempo que se evaporó,
A merced del calor de otra hoguera.
Heme aquí una noche más, ardiendo
Bajo la luna carroñera, que se regodea con mis alaridos.
Mientras que yo, humo y miseria,
Navego sobre puentes de brisa, en busca de tu boca
Y te estremezco en sueños, sosteniéndote en dudas y remordimientos…
Habrás de anhelar perderte en un cuerpo distinto
Del que, junto al tuyo, suspira…
Mi imagen danzará cadenciosa en los salones de tu mente,
Y esperarás con ansias
A una noche más, una nueva pira.
Cada noche, mientras circundas
Sus prados en llamas, sus silentes colinas
Y engulles aquella lívida luz en su mirar candoroso,
Mis cenizas incendian nuestro marchito lecho,
Y me retuerzo, oyendo en el vacío entre las sábanas
Su placer derramado contra tu pecho, perezoso.
Contengo entonces su respiración, saboreando el verter
De tus besos sobre el cauce de sus entrañas,
La fragua en tu aliento, llenándola de calor infranqueable,
Capaz de transfigurar mi ramo de mustia calma
En vapores de gozo insoslayable.
Me veo crepitar al estamparme contra la solidez
De tu intangible carne…
Tu piel se vuelve jirones al viento mientras
Yo te hurgo, paladeando tu sangre,
Su sabor impregnado a mi garganta como indeleble tinta.
Tentador… invitando a los fantasmas de antiguos días
A apropiarse de las caras que me cubren,
Y reavivar la flama que extiende la delicia de mis deseos,
Como la muerte entregando tímidas caricias.
Pero mientras cierro los ojos,
Extasiadas mis lágrimas, corriendo con desenfreno,
Oigo a lo lejos tu voz, agitada y traslúcida,
Como inmersa en aguas rabiosas, heladas.
Es su nombre el que fluye por tus poros,
Inundando mis pulmones, lavando mi cuerpo
De tus vívidos recuerdos, de tus dientes afilados
Surcando la cobija de mi espíritu, alborozado.
Lamiendo mis propias heridas me arrastro,
Presa del más cruento entendimiento…
Lo que una vez borboteó en nuestro pozo, oculto por madreselva,
Hace mucho tiempo que se evaporó,
A merced del calor de otra hoguera.
Heme aquí una noche más, ardiendo
Bajo la luna carroñera, que se regodea con mis alaridos.
Mientras que yo, humo y miseria,
Navego sobre puentes de brisa, en busca de tu boca
Y te estremezco en sueños, sosteniéndote en dudas y remordimientos…
Habrás de anhelar perderte en un cuerpo distinto
Del que, junto al tuyo, suspira…
Mi imagen danzará cadenciosa en los salones de tu mente,
Y esperarás con ansias
A una noche más, una nueva pira.
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Re: LUMIERE
Una sombra
Cuan histérica melodía,
Repicando campanas al son
De las crepusculares hojas.
Desplegando esencia cadenciosa
Mientras devora senderos,
Con sus fauces de abismo.
Si tan sólo pudiera alcanzarme…
-¡Mi vida por un zarpazo, por una oscura caricia!-
Rubíes de mis venas, ámbar de mi mirada,
Onix de mi cabellera.
-¡Poned un precio a mi energúmeno deseo!-
Desatad vuestro capricho,
Impenetrable hechicera.
Envuelta en aquel surco que circunda
El camino, como humorada siniestra,
Espero, mutada en rocas cristalinas,
Tesoros que Gaia desprecia…
Mi alma a cambio de una feliz herida,
Majestuosa danzante,
Amada sombra felina.
Cuan histérica melodía,
Repicando campanas al son
De las crepusculares hojas.
Desplegando esencia cadenciosa
Mientras devora senderos,
Con sus fauces de abismo.
Si tan sólo pudiera alcanzarme…
-¡Mi vida por un zarpazo, por una oscura caricia!-
Rubíes de mis venas, ámbar de mi mirada,
Onix de mi cabellera.
-¡Poned un precio a mi energúmeno deseo!-
Desatad vuestro capricho,
Impenetrable hechicera.
Envuelta en aquel surco que circunda
El camino, como humorada siniestra,
Espero, mutada en rocas cristalinas,
Tesoros que Gaia desprecia…
Mi alma a cambio de una feliz herida,
Majestuosa danzante,
Amada sombra felina.
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Re: LUMIERE
De la Muerte y su Amante
Asechando, sin tiempo ni espacio…
Peregrina que a tu paso repartías álgidos besos,
Hurtando, a cambio, la Luz de una mirada.
Flagrantes tus firmes designios,
Danzabas sobre los hilos que, en su guarida,
Las Parcas desmenuzaban entre los vapores del averno.
Los ecos de la podredumbre,
El diáfano caudal de nenúfares engarzando
Las infructuosas plegarias de quienes
Desean refugiarse en la existencia.
No notaste emerger, desde el frío hálito que
Daba formas a tu cuerpo,
Vuestra pasión por aquel extraño ser…
Flamígera visión, casto hijo de la adversa memoria
Del firmamento.
Cuan lirio de agua, sus dedos escurrió hasta tus raíces
Y contempló, impávido, cómo la tenue flor
Mutaba en la figura de una pálida dama.
Cautiva, sucumbida y exánime cuan herido gorrión,
Lo dejaste beber de tus labios, olvidando
En ese funesto instante,
La anatema que velaba la entrega de tu boca.
Vano intento por resguardarse de la profética danza…
Tus manos apresando un pecho ya inerte,
Diéronte amargas certezas.
A vuestros pies yacía,
Fría y yerta, como esculpida en alabastro,
Aquella brillante oscuridad…
Ardiente hechicero, fenecido amante.
La noche fue mordaza para vuestro agónico lamento.
Lo vestiste de sutiles telas,
Enguirnaldando la cascada de irascibles cabellos
En rayos de sol, cuan ardiente hoguera.
Un soplo selló sus párpados,
Al tiempo que tú, gélida dama, lo despedías
Con una sucinta lágrima.
Un leve capullo se alojó en su garganta
Y muchas vidas después, continúa enhiesto
Engalanando el túmulo en el que reposa, perpetuo.
Hasta que su amada, la incansable Muerte
Haga de la tierra su final lecho
Y entregue un último, devastador ósculo
A una disipada sombra, su triste reflejo.
Asechando, sin tiempo ni espacio…
Peregrina que a tu paso repartías álgidos besos,
Hurtando, a cambio, la Luz de una mirada.
Flagrantes tus firmes designios,
Danzabas sobre los hilos que, en su guarida,
Las Parcas desmenuzaban entre los vapores del averno.
Los ecos de la podredumbre,
El diáfano caudal de nenúfares engarzando
Las infructuosas plegarias de quienes
Desean refugiarse en la existencia.
No notaste emerger, desde el frío hálito que
Daba formas a tu cuerpo,
Vuestra pasión por aquel extraño ser…
Flamígera visión, casto hijo de la adversa memoria
Del firmamento.
Cuan lirio de agua, sus dedos escurrió hasta tus raíces
Y contempló, impávido, cómo la tenue flor
Mutaba en la figura de una pálida dama.
Cautiva, sucumbida y exánime cuan herido gorrión,
Lo dejaste beber de tus labios, olvidando
En ese funesto instante,
La anatema que velaba la entrega de tu boca.
Vano intento por resguardarse de la profética danza…
Tus manos apresando un pecho ya inerte,
Diéronte amargas certezas.
A vuestros pies yacía,
Fría y yerta, como esculpida en alabastro,
Aquella brillante oscuridad…
Ardiente hechicero, fenecido amante.
La noche fue mordaza para vuestro agónico lamento.
Lo vestiste de sutiles telas,
Enguirnaldando la cascada de irascibles cabellos
En rayos de sol, cuan ardiente hoguera.
Un soplo selló sus párpados,
Al tiempo que tú, gélida dama, lo despedías
Con una sucinta lágrima.
Un leve capullo se alojó en su garganta
Y muchas vidas después, continúa enhiesto
Engalanando el túmulo en el que reposa, perpetuo.
Hasta que su amada, la incansable Muerte
Haga de la tierra su final lecho
Y entregue un último, devastador ósculo
A una disipada sombra, su triste reflejo.
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Re: LUMIERE
Orgía Elemental...
Sigues corriendo, mi dama.
Aún cuando el denso respirar
Disipa a instantes la cadencia de tu voz.
Tus pasos desbocados contra la arena sólo son visibles
Ante la profana Luz de aquella diosa del cielo y las mareas.
Sigues corriendo…
El viento que en tu pecho de acantilado se estrella
Entona blasfemos himnos, pululante de ansias.
Lascivo, con ribetes de lujuria
Enguirnaldando sus cabellos filosos,
Discurre una bífida lengua sobre los sinuosos valles
Que la magna tela cubre con desgano.
Con sus colmillos de sierpe, crea surcos en tus senos.
Saborea tu sudor como se hace
Con la lluvia luego de extensas sequías,
Bebiéndote ambicioso, divino cáliz.
Te detienes, náyade.
Sientes cómo aquel destajador de doradas cumbres
Se introduce en tu cuerpo a través de las florecidas llagas
Propinando álgidas caricias, haciéndote suya
Desde lo recóndito de las entrañas.
Vibras ante su roce de daga rasgando
Las paredes del templo que vuestro espíritu guarda.
Tus labios entreabiertos son cuna de ardientes gritos,
Que mezclados con el redoble de tu sangre
Sobre albinas rocas de sal,
Parecen conducirlo como zarpas hacia
Bestiales cavernas, en donde es eco de vuestros gemidos,
De las súplicas y llamados que envías como saetas
Hacia los oídos de quienes, a pesar de ser
Cautivos de vuestra hipnótica canción,
Aún se atan a enhiestos mástiles de ilusión.
Te dejas caer, sirena.
Depositas leve el torso sobre un lecho de cristales,
Que besan tu desnuda piel, desgarrándote.
De pronto, el mar que en lo lejano se debatía
Ante vuestra voluptuosa visión,
Se encumbra en los aires para arreciar sobre vuestro ser,
Cabalgando por encima de las dunas que tus caderas son.
Penetrándote despiadado, sin medir la intensidad
De los embistes de aceradas olas contra tus carnes,
Sin percatarse de la ausencia de estertores
Brotando desde tus fauces.
Y te hundes, cuerpo exánime.
Con el mar agitándose en tu interior,
Con el viento colándose por tu garganta,
Ambos con ojos obnubilados de éxtasis,
Ante tu corrompida figura, producto de su pagano goce.
Y yo, mi adorada,
Que soy mar, viento y Luz de luna
En esta desenfrenada orgía de elementos,
Me sumerjo contigo, siendo eterno guarda de tu presencia,
Mientras desciendes entre aquellas aguas,
Mártir de crepúsculos imperecederos.
Sigues corriendo, mi dama.
Aún cuando el denso respirar
Disipa a instantes la cadencia de tu voz.
Tus pasos desbocados contra la arena sólo son visibles
Ante la profana Luz de aquella diosa del cielo y las mareas.
Sigues corriendo…
El viento que en tu pecho de acantilado se estrella
Entona blasfemos himnos, pululante de ansias.
Lascivo, con ribetes de lujuria
Enguirnaldando sus cabellos filosos,
Discurre una bífida lengua sobre los sinuosos valles
Que la magna tela cubre con desgano.
Con sus colmillos de sierpe, crea surcos en tus senos.
Saborea tu sudor como se hace
Con la lluvia luego de extensas sequías,
Bebiéndote ambicioso, divino cáliz.
Te detienes, náyade.
Sientes cómo aquel destajador de doradas cumbres
Se introduce en tu cuerpo a través de las florecidas llagas
Propinando álgidas caricias, haciéndote suya
Desde lo recóndito de las entrañas.
Vibras ante su roce de daga rasgando
Las paredes del templo que vuestro espíritu guarda.
Tus labios entreabiertos son cuna de ardientes gritos,
Que mezclados con el redoble de tu sangre
Sobre albinas rocas de sal,
Parecen conducirlo como zarpas hacia
Bestiales cavernas, en donde es eco de vuestros gemidos,
De las súplicas y llamados que envías como saetas
Hacia los oídos de quienes, a pesar de ser
Cautivos de vuestra hipnótica canción,
Aún se atan a enhiestos mástiles de ilusión.
Te dejas caer, sirena.
Depositas leve el torso sobre un lecho de cristales,
Que besan tu desnuda piel, desgarrándote.
De pronto, el mar que en lo lejano se debatía
Ante vuestra voluptuosa visión,
Se encumbra en los aires para arreciar sobre vuestro ser,
Cabalgando por encima de las dunas que tus caderas son.
Penetrándote despiadado, sin medir la intensidad
De los embistes de aceradas olas contra tus carnes,
Sin percatarse de la ausencia de estertores
Brotando desde tus fauces.
Y te hundes, cuerpo exánime.
Con el mar agitándose en tu interior,
Con el viento colándose por tu garganta,
Ambos con ojos obnubilados de éxtasis,
Ante tu corrompida figura, producto de su pagano goce.
Y yo, mi adorada,
Que soy mar, viento y Luz de luna
En esta desenfrenada orgía de elementos,
Me sumerjo contigo, siendo eterno guarda de tu presencia,
Mientras desciendes entre aquellas aguas,
Mártir de crepúsculos imperecederos.
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Re: LUMIERE
Sanguinaria Devoción...
Mientras en mis manos sostenía el cáliz
Que al Sol contiene, desde un par de decenios,
Sobre aquel bruñido néctar distinguí, como por obra
De un delicado cincel en el metálico fuego,
Una sublime visión, efigie resplandeciente.
Una ristra de demencia en cada de aire bocanada.
Aromas acoplados a cantarinas vertientes de agua,
Que en días vestidos de somnoliento dulzor
Fueron diáfano retrato de su felina presencia.
Corrimos sobre un aire que era vapor,
Fuimos efluvio de caricias, mientras la arena
De un invisible reloj irrumpía en nuestros resquicios,
Para hundirme lejos de aquel amado fulgor.
Los labios distanciados con angustia, instantes
En los que el calor hurtado se busca con desespero copioso,
Intentando cazarlo a tientas, con un respirar tembloroso.
Ahora lejos, con el cuerpo magullado
Y la vista nublada entre rasguños y nubes,
Como mariposa arropada por el etéreo polvo
De sus desgarradas alas.
Ahora lejos, con retazos de mi antiguo manto lupino
Brillando en las, usualmente, opacas pupilas,
Abro la albina piel que mis muñecas engalana
En busca de su bienamado sabor.
Aquel que, sin poseer un nombre, ni aserto,
He concebido como fatídico elixir, real y eterno.
En amaneceres de fría Luz… también en crepúsculos
De transitoria muerte, y génesis.
Ante las tres caras de una Luna vigilante,
Efundo desde mis entrañas un cauce escarlata
Que difunda entre cielo y agua, tierra y fuego,
Hasta bañar los lejanos pasos de mi divina dama.
Y así, que mi sangre pueda acercarme a la suya,
O tal vez la guíe hasta mi antro entre nieblas,
Para que, vestida de Sol, extraiga de este envilecido ser
De cenizas, hojas secas y flores marchitas,
Un último atisbo de cálido resuello…
Apagándose la tonada de la voz,
Que mi sangre reptando por su cuerpo
Se deslice como la caricia que unos fríos dedos
No han podido prodigar,
Hasta que el flujo alcance su boca
Y hurte el beso que sus labios se han negado a otorgar.
Mientras en mis manos sostenía el cáliz
Que al Sol contiene, desde un par de decenios,
Sobre aquel bruñido néctar distinguí, como por obra
De un delicado cincel en el metálico fuego,
Una sublime visión, efigie resplandeciente.
Una ristra de demencia en cada de aire bocanada.
Aromas acoplados a cantarinas vertientes de agua,
Que en días vestidos de somnoliento dulzor
Fueron diáfano retrato de su felina presencia.
Corrimos sobre un aire que era vapor,
Fuimos efluvio de caricias, mientras la arena
De un invisible reloj irrumpía en nuestros resquicios,
Para hundirme lejos de aquel amado fulgor.
Los labios distanciados con angustia, instantes
En los que el calor hurtado se busca con desespero copioso,
Intentando cazarlo a tientas, con un respirar tembloroso.
Ahora lejos, con el cuerpo magullado
Y la vista nublada entre rasguños y nubes,
Como mariposa arropada por el etéreo polvo
De sus desgarradas alas.
Ahora lejos, con retazos de mi antiguo manto lupino
Brillando en las, usualmente, opacas pupilas,
Abro la albina piel que mis muñecas engalana
En busca de su bienamado sabor.
Aquel que, sin poseer un nombre, ni aserto,
He concebido como fatídico elixir, real y eterno.
En amaneceres de fría Luz… también en crepúsculos
De transitoria muerte, y génesis.
Ante las tres caras de una Luna vigilante,
Efundo desde mis entrañas un cauce escarlata
Que difunda entre cielo y agua, tierra y fuego,
Hasta bañar los lejanos pasos de mi divina dama.
Y así, que mi sangre pueda acercarme a la suya,
O tal vez la guíe hasta mi antro entre nieblas,
Para que, vestida de Sol, extraiga de este envilecido ser
De cenizas, hojas secas y flores marchitas,
Un último atisbo de cálido resuello…
Apagándose la tonada de la voz,
Que mi sangre reptando por su cuerpo
Se deslice como la caricia que unos fríos dedos
No han podido prodigar,
Hasta que el flujo alcance su boca
Y hurte el beso que sus labios se han negado a otorgar.
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Re: LUMIERE
UNOS OJOS
Podía ver las pupilas abriéndose como fauces, con dientes que se agitaban, intentando morder el aire. Podía ver en esos ojos una profunda garganta. Descomunal, inmensa como un abismo que en el fondo se derrama en llamas. ¡Cuánto deseaba zambullirme en aquella ardiente humedad, que en mi mente se dibujaba con los matices avellanados de sus ojos! Ladinos, hermosos
Me divierte recordar… una mirada entornada, cautiva de una risa. Tesoro extraño, invaluable. Malditos ojos… arrancarlos, hundir mis dedos en su córnea deformada. Ser como un tornillo que entra insaciable, sin pudor ni compasión. Regocijarme con sus gritos, taladrar, taladrar hasta devastar el salón de su retina. Y de a poco, cuando ya no viera, cuando los líquidos brotaran de sus cuencas, entre sanguinolentos y de gelatinosa transparencia, tan sólo arrancarlos como se arrancan cerezas de un árbol en jornadas estivales. Hermosos ojos de avellana… ¿qué he de hacer para poseer aquella mirada? Levanto mi propia mano y la enfrento a mis ojos. Casi siento la alineación cósmica entre mi dedo y mi pupila. Ella, una lasciva virgen, que espera ansiosa por ser penetrada. Y ocurre. Como un garfio, se incrusta y destruye. Pero no importa. Ya no son estos orbes los que deseo que observen desde mi mirada. Quiero aquellos. Tan destruidos… Pobres, mis amados ojos, sus amados ojos. Los ubico con cuidado. Mis cuencas, las siento crujir por el esfuerzo. Tenía grandes y hermosos ojos. Ojos de mundo, de Luna pardusca.
Por primera vez descubro lo que su mirara escondía. Cuando me sentía capaz de viajar, incluso en el vacío, su azarosa morada. Aquella que yo vestía de luto, cuando para ti, amado ser, ocultaba las repulsivas visiones de claridad con un gran telón sanguinario. Un vacío teñido de escarlata…
¿Es éste tu mundo, mi querida alma?
Podía ver las pupilas abriéndose como fauces, con dientes que se agitaban, intentando morder el aire. Podía ver en esos ojos una profunda garganta. Descomunal, inmensa como un abismo que en el fondo se derrama en llamas. ¡Cuánto deseaba zambullirme en aquella ardiente humedad, que en mi mente se dibujaba con los matices avellanados de sus ojos! Ladinos, hermosos
Me divierte recordar… una mirada entornada, cautiva de una risa. Tesoro extraño, invaluable. Malditos ojos… arrancarlos, hundir mis dedos en su córnea deformada. Ser como un tornillo que entra insaciable, sin pudor ni compasión. Regocijarme con sus gritos, taladrar, taladrar hasta devastar el salón de su retina. Y de a poco, cuando ya no viera, cuando los líquidos brotaran de sus cuencas, entre sanguinolentos y de gelatinosa transparencia, tan sólo arrancarlos como se arrancan cerezas de un árbol en jornadas estivales. Hermosos ojos de avellana… ¿qué he de hacer para poseer aquella mirada? Levanto mi propia mano y la enfrento a mis ojos. Casi siento la alineación cósmica entre mi dedo y mi pupila. Ella, una lasciva virgen, que espera ansiosa por ser penetrada. Y ocurre. Como un garfio, se incrusta y destruye. Pero no importa. Ya no son estos orbes los que deseo que observen desde mi mirada. Quiero aquellos. Tan destruidos… Pobres, mis amados ojos, sus amados ojos. Los ubico con cuidado. Mis cuencas, las siento crujir por el esfuerzo. Tenía grandes y hermosos ojos. Ojos de mundo, de Luna pardusca.
Por primera vez descubro lo que su mirara escondía. Cuando me sentía capaz de viajar, incluso en el vacío, su azarosa morada. Aquella que yo vestía de luto, cuando para ti, amado ser, ocultaba las repulsivas visiones de claridad con un gran telón sanguinario. Un vacío teñido de escarlata…
¿Es éste tu mundo, mi querida alma?
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Re: LUMIERE
Insectario
Tic tic, tic toc…
¡Oh, dicha de su presencia!
Bendecida he sido con la visión
A través de cristales, de su burda existencia.
Insectos, cuan ponzoña que en mis miembros provoca
Clamores de asco ante el sólo imaginar
Lo que, bajo aquellos virginales velos
Que os cubren ocultáis, goteando ensangrentada esperma.
En horas de llanto, me he sumido en letargo del que
Solamente sus conocidas pisadas
Han logrado remontarme.
Tic tic, tic toc…
Retumbo interminable que escala murallas,
Al tiempo que finas y diminutas patas,
Refulgiendo con brillo de malsano aceite,
Entregan ráfagas de humedad en la distancia,
Cuando observo su paso veloz,
Desbordante huída desde lo impío hacia
Aquel tugurio de pulcritud,
Quimera de fango lustroso.
Un cubil en la arena os procuré,
Mil y un pasajes para que, durante la fértil Luna,
Os regodearais entre lo sórdido y lo brutal,
Como dos niñas desnudas devorando flores.
Mas, con punzante vista descubrí
El final cauce de vuestras intenciones.
¡Han cubierto los túneles con oro y perlas!
Desean ver reflejado su rostro
En la dorada opulencia de viejos trastos,
Que cargan centurias y polvo con rancia insolencia.
Ojillos de ópalo mugriento, deslucido…
Ya me son repugnantes vuestras vacuas lisonjas,
Me he hastiado del reptar de vuestras dulzonas lenguas
Introduciéndose en mi cabeza
Con siseante respiración.
Laboriosos obreros de la tradición,
Que con enteladas miradas son incapaces de ver
El pulular de sus entrañas a la intemperie.
Pudriéndose, pudriéndose…
Y tal vez, bajo alguna especie
De embrujo, similar al de Narciso,
Os es imposible entrever vuestros reflejos
Sin sentir hambre de sus carnes, hostia
Que podría entregaros tal oculto placer...
Tantas noches he intentado quitar de las fosas
Que en mi rostro se agitan
Aquel atroz hedor… a la carne fenecida,
Descompuesta y cetrina, de quienes
Han iniciado el paulatino devorar
De sus propios repulsos cuerpos.
¡Malditos cropófagos!
Tomo su cinismo y se lo ofrezco a las añosas plagas
Que los desiertos surcaron.
Rasgando sus rostros, me regocijo con vuestras
Deformes sonrisas inevitables,
Fruto de mis impúdicos dedos, que, como a fofa masilla,
Os han moldeado hasta convertiros en nada más
Que en tibio y carnoso bulto, manando diluvios sangrientos.
Es mi deseo que la brutalidad de la que os guardáis,
Y que sin embargo os nutre
Como turbia y virulenta savia,
Os arrastre entre los pasadizos, junto con aquella suciedad
Vestida por ustedes de seda y abalorios.
Para que así, con el alma hundida, expeliendo oscuras
Y densas burbujas de vida desde sus pozos,
Purgue vuestro ser con su ácido cuérnago.
Que el caos se lleve,
Bajo la capa de sus sombríos guerreros,
Hasta el más nimio recuerdo de aquella
Gangrena que vuestras fibras infectaba,
No dejando más vestigio que sus inertes corazas,
Hendidas y herrumbrosas, yaciendo ocultas
Entre los pasillos que alguna vez
Conformaron vuestra morada suntuosa.
Tic tic, tic toc…
¡Oh, dicha de su presencia!
Bendecida he sido con la visión
A través de cristales, de su burda existencia.
Insectos, cuan ponzoña que en mis miembros provoca
Clamores de asco ante el sólo imaginar
Lo que, bajo aquellos virginales velos
Que os cubren ocultáis, goteando ensangrentada esperma.
En horas de llanto, me he sumido en letargo del que
Solamente sus conocidas pisadas
Han logrado remontarme.
Tic tic, tic toc…
Retumbo interminable que escala murallas,
Al tiempo que finas y diminutas patas,
Refulgiendo con brillo de malsano aceite,
Entregan ráfagas de humedad en la distancia,
Cuando observo su paso veloz,
Desbordante huída desde lo impío hacia
Aquel tugurio de pulcritud,
Quimera de fango lustroso.
Un cubil en la arena os procuré,
Mil y un pasajes para que, durante la fértil Luna,
Os regodearais entre lo sórdido y lo brutal,
Como dos niñas desnudas devorando flores.
Mas, con punzante vista descubrí
El final cauce de vuestras intenciones.
¡Han cubierto los túneles con oro y perlas!
Desean ver reflejado su rostro
En la dorada opulencia de viejos trastos,
Que cargan centurias y polvo con rancia insolencia.
Ojillos de ópalo mugriento, deslucido…
Ya me son repugnantes vuestras vacuas lisonjas,
Me he hastiado del reptar de vuestras dulzonas lenguas
Introduciéndose en mi cabeza
Con siseante respiración.
Laboriosos obreros de la tradición,
Que con enteladas miradas son incapaces de ver
El pulular de sus entrañas a la intemperie.
Pudriéndose, pudriéndose…
Y tal vez, bajo alguna especie
De embrujo, similar al de Narciso,
Os es imposible entrever vuestros reflejos
Sin sentir hambre de sus carnes, hostia
Que podría entregaros tal oculto placer...
Tantas noches he intentado quitar de las fosas
Que en mi rostro se agitan
Aquel atroz hedor… a la carne fenecida,
Descompuesta y cetrina, de quienes
Han iniciado el paulatino devorar
De sus propios repulsos cuerpos.
¡Malditos cropófagos!
Tomo su cinismo y se lo ofrezco a las añosas plagas
Que los desiertos surcaron.
Rasgando sus rostros, me regocijo con vuestras
Deformes sonrisas inevitables,
Fruto de mis impúdicos dedos, que, como a fofa masilla,
Os han moldeado hasta convertiros en nada más
Que en tibio y carnoso bulto, manando diluvios sangrientos.
Es mi deseo que la brutalidad de la que os guardáis,
Y que sin embargo os nutre
Como turbia y virulenta savia,
Os arrastre entre los pasadizos, junto con aquella suciedad
Vestida por ustedes de seda y abalorios.
Para que así, con el alma hundida, expeliendo oscuras
Y densas burbujas de vida desde sus pozos,
Purgue vuestro ser con su ácido cuérnago.
Que el caos se lleve,
Bajo la capa de sus sombríos guerreros,
Hasta el más nimio recuerdo de aquella
Gangrena que vuestras fibras infectaba,
No dejando más vestigio que sus inertes corazas,
Hendidas y herrumbrosas, yaciendo ocultas
Entre los pasillos que alguna vez
Conformaron vuestra morada suntuosa.
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Re: LUMIERE
TORMENTA
De la noche obnubilada haré mi sepulcro…
He caído, presa de la herida
Que un electrizante beso me propinara
Al huir, afilada caricia,
A través del ronco barullo de los truenos
Que, en tropel, marchaban remeciendo
El empíreo con paso soberbio.
A nosotros, almas temblorosas,
El viento diónos cobijo en su etéreo regazo.
Meciéndonos en su arrullo con cadencia depravada,
Saboreó el estupro de nuestros cuerpos en botón,
Pétalos intactos.
Cuan blasfema era la canción
Que hacía serpear sobre nuestros oídos,
Cuan farsante el roce de su voz,
Derroche de virtud.
A instantes del aciago término,
Morfeo me dió beber su compasión.
De la noche obnubilada haré mi sepulcro…
He caído, presa de la herida
Que un electrizante beso me propinara
Al huir, afilada caricia,
A través del ronco barullo de los truenos
Que, en tropel, marchaban remeciendo
El empíreo con paso soberbio.
A nosotros, almas temblorosas,
El viento diónos cobijo en su etéreo regazo.
Meciéndonos en su arrullo con cadencia depravada,
Saboreó el estupro de nuestros cuerpos en botón,
Pétalos intactos.
Cuan blasfema era la canción
Que hacía serpear sobre nuestros oídos,
Cuan farsante el roce de su voz,
Derroche de virtud.
A instantes del aciago término,
Morfeo me dió beber su compasión.
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Re: LUMIERE
Pequeño Niño
Tu pálido roce
Inspira el fraterno amor de la sublime hermandad.
Tu boca es tibia y dulce,
Tus ojos, diáfano caudal.
A la blanca musa que tus sueños ha devorado
Para darte a comer corruptos manjares
La obsequias con flores que regarás pistilo a pistilo,
Sobre su corpórea risa, trazando sus ardores.
Lánguidos ronroneos diurnos
Mutan en gruñidos bajo el sol agonizante…
Matices de la voz que se pasean irrefrenables
En perfecto sendero de Uroboros,
Para lamer con susurros las florecientes heridas
Que infantiles uñas dibujan ávidamente.
Ruego, detengas el brutal hurto de mis estertores
En el instante en que tus dientes siembran violentos trazos
En la sinuosidad de mi ser, desprovista de albergue.
Una sonrisa leve es inequívoca señal
De la llegada de la parsimonia
A tus dedos, instrumentos de deleite.
Pequeño niño…
Despacio, tu beso se inflama en mi pecho.
Sobre turgentes pezones has dejado ir
Aquel tácito soplo que tus deseos desprende.
Suspiros que son proemio perverso de aquel tierno gozo
Con el que corroes los lamentos, cáusticos jadeos.
Zahir de mi arrobamiento,
Has de conducir la trepidante danza
Que consigue encararme a la levísima hija de la tentación.
Tejiendo senderos de vapor, entonaré
Con fervor los acordes que vuestra espada disponga
Al enfrentarse a mis labios, fauces abiertas hacia el dolor.
Por tus ojos desgarrada
Y fecundada por tu sudor
Me tiendo una vez más, para ser
El terreno de tus juegos pueriles,
Vacío en el que sacias tu curioso grito de ansiedad…
Extasiada de nutrirte, soez amante,
Con mi incestuoso seno maternal.
Tu pálido roce
Inspira el fraterno amor de la sublime hermandad.
Tu boca es tibia y dulce,
Tus ojos, diáfano caudal.
A la blanca musa que tus sueños ha devorado
Para darte a comer corruptos manjares
La obsequias con flores que regarás pistilo a pistilo,
Sobre su corpórea risa, trazando sus ardores.
Lánguidos ronroneos diurnos
Mutan en gruñidos bajo el sol agonizante…
Matices de la voz que se pasean irrefrenables
En perfecto sendero de Uroboros,
Para lamer con susurros las florecientes heridas
Que infantiles uñas dibujan ávidamente.
Ruego, detengas el brutal hurto de mis estertores
En el instante en que tus dientes siembran violentos trazos
En la sinuosidad de mi ser, desprovista de albergue.
Una sonrisa leve es inequívoca señal
De la llegada de la parsimonia
A tus dedos, instrumentos de deleite.
Pequeño niño…
Despacio, tu beso se inflama en mi pecho.
Sobre turgentes pezones has dejado ir
Aquel tácito soplo que tus deseos desprende.
Suspiros que son proemio perverso de aquel tierno gozo
Con el que corroes los lamentos, cáusticos jadeos.
Zahir de mi arrobamiento,
Has de conducir la trepidante danza
Que consigue encararme a la levísima hija de la tentación.
Tejiendo senderos de vapor, entonaré
Con fervor los acordes que vuestra espada disponga
Al enfrentarse a mis labios, fauces abiertas hacia el dolor.
Por tus ojos desgarrada
Y fecundada por tu sudor
Me tiendo una vez más, para ser
El terreno de tus juegos pueriles,
Vacío en el que sacias tu curioso grito de ansiedad…
Extasiada de nutrirte, soez amante,
Con mi incestuoso seno maternal.
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Re: LUMIERE
DESTIERRO DE TUS OJOS
En tardes de terco cavilar,
Mientras mi cabeza escondo bajo
Vuestro cuello desértico, recamado de
Hirsutas flores, árido, salobre,
Invoco los amaneceres grises de antaño
En los que tus ojos, como infinitos orbes
Deambulaban de silueta en silueta, bebiendo
Del mundo cuan recién lanzados a la existencia.
¿Dónde está aquella límpida mirada
En la que fui contenida,
Como en los brazos del piélago?
Las tormentas de arena
Han sepultado el candoroso brillo
Que creí perenne en aquellos cristales venturosos.
Ahora, un deformado reflejo
Se erige al levantar mi vista…
Con pupilas que claman
Por mutar en extendidas manos,
No hago más que buscaros
A través de aquella tupida niebla
Que os envuelve como crisálida perpetua,
Sin poder encontraros.
¿Dónde habitas? Ante mí, tu vana sonrisa
Resuena con el estrépito de un vendaval
Que arrastra los rugidos de cadenas y espadas
Librando encarnecida lucha.
¡Tantas veces he creído verte
Trocado en un leve vestigio
De al que llaman mis clamores!
Una sombra quizás, espectro satisfecho
Ante la aparición de un minúsculo cirio
De esperanza erosionada
Por aquellas mismas borrascas
Que a ti, tierna hoja, arrancáronte de tu savia
Y dispersaron en ínfimos fragmentos,
Tristemente injuntables.
A pesar de volver bajo esta misma Luna
Y conjurar idénticas palabras
Como hechizos de añoranza,
No consigo remontaros bajo los párpados que
Hoy sostengo, con trémulos labios.
Tan fríos… cáscaras carcomidas por la herrumbre.
Sólo son agria certeza de un destierro
Emprendido sin atisbo de amargura
Hacia llanos caminos de sopor obnubilado
Desde tus ojos,
Tantas veces exaltado
Cenit de mis plegarias en otrora.
En tardes de terco cavilar,
Mientras mi cabeza escondo bajo
Vuestro cuello desértico, recamado de
Hirsutas flores, árido, salobre,
Invoco los amaneceres grises de antaño
En los que tus ojos, como infinitos orbes
Deambulaban de silueta en silueta, bebiendo
Del mundo cuan recién lanzados a la existencia.
¿Dónde está aquella límpida mirada
En la que fui contenida,
Como en los brazos del piélago?
Las tormentas de arena
Han sepultado el candoroso brillo
Que creí perenne en aquellos cristales venturosos.
Ahora, un deformado reflejo
Se erige al levantar mi vista…
Con pupilas que claman
Por mutar en extendidas manos,
No hago más que buscaros
A través de aquella tupida niebla
Que os envuelve como crisálida perpetua,
Sin poder encontraros.
¿Dónde habitas? Ante mí, tu vana sonrisa
Resuena con el estrépito de un vendaval
Que arrastra los rugidos de cadenas y espadas
Librando encarnecida lucha.
¡Tantas veces he creído verte
Trocado en un leve vestigio
De al que llaman mis clamores!
Una sombra quizás, espectro satisfecho
Ante la aparición de un minúsculo cirio
De esperanza erosionada
Por aquellas mismas borrascas
Que a ti, tierna hoja, arrancáronte de tu savia
Y dispersaron en ínfimos fragmentos,
Tristemente injuntables.
A pesar de volver bajo esta misma Luna
Y conjurar idénticas palabras
Como hechizos de añoranza,
No consigo remontaros bajo los párpados que
Hoy sostengo, con trémulos labios.
Tan fríos… cáscaras carcomidas por la herrumbre.
Sólo son agria certeza de un destierro
Emprendido sin atisbo de amargura
Hacia llanos caminos de sopor obnubilado
Desde tus ojos,
Tantas veces exaltado
Cenit de mis plegarias en otrora.
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Re: LUMIERE
UNA CERTEZA SUSPENDIDA EN EL AIRE.
No sé sentir,
No sé soñar,
No sé aguardar,
No sé llegar,
No sé creer,
No sé crear,
No sé escuchar
Ni dialogar.
El mundo es la clave:
No sé pertenecer
Ni a su imagen, ni a su aroma retumbante
Ni a su fétido son, sólo comparable
Con mi voz de náuseas rutilante.
No sé cómo se entrega
Una caricia sincera, sin espiar en la acera
Del frente con espejos en las otras miradas.
No sé esperar entre la niebla
El arribo de lo añorado
Sin dejar que las sombras de la avidez me corroan.
Soy de vaho, húmeda y caliente,
Mi textura demanda asilo entre los tejidos
O las fibras de los cuerpos.
No sé contar, silente,
Los segundos ya pasados.
Sin los gritos yo me pierdo,
Sin los pasos agudos y resquebrajados
De quién, aún sin esperanzas,
Pretende enseñar
A quién, por las enseñanzas,
Prefiere ser olvidado.
No sé sentir,
No sé soñar,
No sé aguardar,
No sé llegar,
No sé creer,
No sé crear,
No sé escuchar
Ni dialogar.
El mundo es la clave:
No sé pertenecer
Ni a su imagen, ni a su aroma retumbante
Ni a su fétido son, sólo comparable
Con mi voz de náuseas rutilante.
No sé cómo se entrega
Una caricia sincera, sin espiar en la acera
Del frente con espejos en las otras miradas.
No sé esperar entre la niebla
El arribo de lo añorado
Sin dejar que las sombras de la avidez me corroan.
Soy de vaho, húmeda y caliente,
Mi textura demanda asilo entre los tejidos
O las fibras de los cuerpos.
No sé contar, silente,
Los segundos ya pasados.
Sin los gritos yo me pierdo,
Sin los pasos agudos y resquebrajados
De quién, aún sin esperanzas,
Pretende enseñar
A quién, por las enseñanzas,
Prefiere ser olvidado.
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Re: LUMIERE
URBE
Árida ribera de alegrías mustias…
Entre sombras se teje tu encanto senil,
Tu grito seco, tu vista lechosa, vigilante decrépito.
Te he oído al alba, declamando contra el frío céfiro
Tu locura, en la tuya dos cabezas se abren.
Me has tomado con garras resquebrajadas
La garganta que se debate, aguardentosa,
Deglutiendo el espasmo de lipidia que me fulmina
Por el sólo tocarte; aún más, sentirte convertida
En ondas de Luz opaca, circundando mi cuerpo.
Me he guarecido bajo telones de piedra
En busca de resguardo que me acune
Y de tu aliento de óxido me defienda
Con ladridos feroces.
Mas, la fría roca vestida de tiniebla,
A pesar de su imponente presencia,
Teme a tu abrasivo toque
Y corre lejos, meciendo sus faldas raídas de musgo.
La humareda, si… la humareda
Es andrógino danzante entre roedores alados.
La humareda… la misma que se entrelaza con los gruñidos
De aquel cimiento corroído de tus centenarios huesos
Turbados por el temblor de la zozobra y el olvido.
¡Alabad que vuestro tacto aún se inerva ante lo pasos
Malhadados del demente, del prófugo o el desterrado!
Más que en otros ojos, reposarás en aquellos…
Sus mudas memorias, los tenues reflejos en sus pupilas
Serán las alas que os alzarán desde las raíces
Para que así podáis contemplar, ya desmembrado,
Lejano del seno de la madre, la vasta fauce atiborrada antaño
Con vuestra asfaltada mole, que, cuan vampírica bestia,
Se bebió con parsimoniosa cautela
Las risas de los marchitos hijos de la floresta.
Árida ribera de alegrías mustias…
Entre sombras se teje tu encanto senil,
Tu grito seco, tu vista lechosa, vigilante decrépito.
Te he oído al alba, declamando contra el frío céfiro
Tu locura, en la tuya dos cabezas se abren.
Me has tomado con garras resquebrajadas
La garganta que se debate, aguardentosa,
Deglutiendo el espasmo de lipidia que me fulmina
Por el sólo tocarte; aún más, sentirte convertida
En ondas de Luz opaca, circundando mi cuerpo.
Me he guarecido bajo telones de piedra
En busca de resguardo que me acune
Y de tu aliento de óxido me defienda
Con ladridos feroces.
Mas, la fría roca vestida de tiniebla,
A pesar de su imponente presencia,
Teme a tu abrasivo toque
Y corre lejos, meciendo sus faldas raídas de musgo.
La humareda, si… la humareda
Es andrógino danzante entre roedores alados.
La humareda… la misma que se entrelaza con los gruñidos
De aquel cimiento corroído de tus centenarios huesos
Turbados por el temblor de la zozobra y el olvido.
¡Alabad que vuestro tacto aún se inerva ante lo pasos
Malhadados del demente, del prófugo o el desterrado!
Más que en otros ojos, reposarás en aquellos…
Sus mudas memorias, los tenues reflejos en sus pupilas
Serán las alas que os alzarán desde las raíces
Para que así podáis contemplar, ya desmembrado,
Lejano del seno de la madre, la vasta fauce atiborrada antaño
Con vuestra asfaltada mole, que, cuan vampírica bestia,
Se bebió con parsimoniosa cautela
Las risas de los marchitos hijos de la floresta.
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Re: LUMIERE
LA GITANA
La noche aguarda, sonriendo licenciosa,
El despertar de los nacidos en luto
Para atestar de algarabía sus pasos,
Errabundos éstos, dispersos sobre un suelo
Cada instante más hirsuto.
Cuando el cielo sea oscuro, y germinen
En sus surcos las semillas de diamante,
¡Soltad vuestros enseres y danzad conmigo,
Antes de que las tinieblas se marchen!
Tal es el terrible lance de umbría hacia nosotros…
Desanuda su aterciopelada capa de nubes
Para obsequiarnos la seductora visión de
Aquella silente dama, soberana de sus pasiones,
De su bendición, deseo y veneración.
Posándose en el viento, navegando en él cuan delicada flor,
Se bambolea al son de las cuerdas y el pulso
De los raudos tambores. ¿No es delicia contemplar
La enredadera que se aloja sobre sus caderas infinitas
Y radiantes? Secreta brillo enfurecido, arrebatado,
Induciendo rebelión a los sentidos desvelados.
Y cuando a las mariposas noctívagas,
Revoloteantes despojos, les es imperioso
Dejarse conducir hacia aquellos brazos numinosos,
Son sus claras manos, cargadas de abalorios,
Las que, al desear apresarlas, las mutilan
Al desprender el polvo de sus etéreas alas.
Entonces la Luna sangra, mientras sus dedos
Sostienen los cuerpos de aquellos juguetes rotos,
Cuyas cabezas se agitan con cada luminiscente sollozo.
Embestida dolorosamente por el pecado y sus colmillos,
Cesa su cadencioso baile, corriendo a cobijarse
En el regazo de aquel lóbrego amante,
Quien, invocando a Morfeo con la dulce canción de los grillos,
Susurra arrullos que, cuan rocío, ruedan sobre esos amados ojos,
Hasta cristalizar la desazón, sosegando así su respiración.
No ha de oírse más, el metálico tintineo
Que la serpentina figura, relumbrante en el cielo,
Llevaba encadenado a sus voluptuosos movimientos…
¡Abrid los ojos al alba, preparad las manos a la labor,
Pues, prendada de aquel tibio cuerpo dormido,
La tiniebla ya se marchó!.
La noche aguarda, sonriendo licenciosa,
El despertar de los nacidos en luto
Para atestar de algarabía sus pasos,
Errabundos éstos, dispersos sobre un suelo
Cada instante más hirsuto.
Cuando el cielo sea oscuro, y germinen
En sus surcos las semillas de diamante,
¡Soltad vuestros enseres y danzad conmigo,
Antes de que las tinieblas se marchen!
Tal es el terrible lance de umbría hacia nosotros…
Desanuda su aterciopelada capa de nubes
Para obsequiarnos la seductora visión de
Aquella silente dama, soberana de sus pasiones,
De su bendición, deseo y veneración.
Posándose en el viento, navegando en él cuan delicada flor,
Se bambolea al son de las cuerdas y el pulso
De los raudos tambores. ¿No es delicia contemplar
La enredadera que se aloja sobre sus caderas infinitas
Y radiantes? Secreta brillo enfurecido, arrebatado,
Induciendo rebelión a los sentidos desvelados.
Y cuando a las mariposas noctívagas,
Revoloteantes despojos, les es imperioso
Dejarse conducir hacia aquellos brazos numinosos,
Son sus claras manos, cargadas de abalorios,
Las que, al desear apresarlas, las mutilan
Al desprender el polvo de sus etéreas alas.
Entonces la Luna sangra, mientras sus dedos
Sostienen los cuerpos de aquellos juguetes rotos,
Cuyas cabezas se agitan con cada luminiscente sollozo.
Embestida dolorosamente por el pecado y sus colmillos,
Cesa su cadencioso baile, corriendo a cobijarse
En el regazo de aquel lóbrego amante,
Quien, invocando a Morfeo con la dulce canción de los grillos,
Susurra arrullos que, cuan rocío, ruedan sobre esos amados ojos,
Hasta cristalizar la desazón, sosegando así su respiración.
No ha de oírse más, el metálico tintineo
Que la serpentina figura, relumbrante en el cielo,
Llevaba encadenado a sus voluptuosos movimientos…
¡Abrid los ojos al alba, preparad las manos a la labor,
Pues, prendada de aquel tibio cuerpo dormido,
La tiniebla ya se marchó!.
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Re: LUMIERE
DOLOR
Las tinieblas
Se ciñen al alma con cada roce
Que este desenfrenado letargo
Deja caer sobre mis huesos,
Perdidos en turbulencias.
Carcomida hasta las raíces,
Recogiendo entre helechos y
Maltrechos troncos
Pizcas de ámbar, para dibujarme nuevos irises,
Olfateo el cielo en busca de fugaces estrellas
Que cumplan, por leves instantes,
Mi pueril deseo.
¡Dejad que los demonios jueguen con mi cuerpo!
No deseo el rostro contraer
Al sentir sus dientes desgarrando, curiosos,
Hasta volver jirones mi piel.
Que sus lenguas venenosas dancen
En los salones de mi mente,
Sustrayendo con sigilo las canciones
Que en mi garganta durmieron
Hasta ser embestidas
Por la garrafal violencia de un alarido.
Tacto de sus escamas, amargura de su sabor,
Nauseas de su mirada…
Que me posean y poder poseerlos
Sin un telón cristalino opacando tus vapores,
Lacerante dolor.
Las tinieblas
Se ciñen al alma con cada roce
Que este desenfrenado letargo
Deja caer sobre mis huesos,
Perdidos en turbulencias.
Carcomida hasta las raíces,
Recogiendo entre helechos y
Maltrechos troncos
Pizcas de ámbar, para dibujarme nuevos irises,
Olfateo el cielo en busca de fugaces estrellas
Que cumplan, por leves instantes,
Mi pueril deseo.
¡Dejad que los demonios jueguen con mi cuerpo!
No deseo el rostro contraer
Al sentir sus dientes desgarrando, curiosos,
Hasta volver jirones mi piel.
Que sus lenguas venenosas dancen
En los salones de mi mente,
Sustrayendo con sigilo las canciones
Que en mi garganta durmieron
Hasta ser embestidas
Por la garrafal violencia de un alarido.
Tacto de sus escamas, amargura de su sabor,
Nauseas de su mirada…
Que me posean y poder poseerlos
Sin un telón cristalino opacando tus vapores,
Lacerante dolor.
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Re: LUMIERE
INOCENTE CONCUBINA...
Ella solloza suavemente mientras la acariciamos…
Luminiscencia derramada sobre su altivo semblante,
Aterrada fascinación en su rictus.
Junto a su pequeño lecho, toda suavidad y embeleso,
Una flor de alba se eleva en el aire
Cuan pálida serpiente por un zahir encantada.
“Tu voz quebrada simula
La hipnótica tonada de una invisible flauta…”
Los ojos cerrados enmascaran tormentas
Mientras que sus manos, crispadas
Como garras de acorralada fiera
Embisten nuestra carne, haciéndola, de su cuerpo,
Derramar sangre.
Llora a carcajadas...
Descubre placeres disolutos en prohibidas latitudes,
Al tiempo que escurre los ecos de su lamento extasiado
Sobre tibias montañas, bebiendo de gemelas cúspides.
Pierde la visión al internarse en caminos de Luz…
El sentir el alba surgiendo desde sus ardientes entrañas
Transfigura su torso jadeante
En tenso arco, expectante por dejar ir, en un último gemido
Una saeta brillante.
Y parece que mueres, dulce juguete…
Te sostenemos en nuestros brazos, mientras tu aroma
Provoca orgasmos en nuestra alma.
Nos siente palpitar con desenfreno,
Y las puertas de tu mente abres,
En leves revoloteos.
Ante tus ojos, los nuestros guardo, sosiego.
“No sea, frágil estambre, divagante
Entre redes tensas y afiladas
Que tu mirada tus fibras devaste.”
Ella solloza suavemente mientras la acariciamos…
Luminiscencia derramada sobre su altivo semblante,
Aterrada fascinación en su rictus.
Junto a su pequeño lecho, toda suavidad y embeleso,
Una flor de alba se eleva en el aire
Cuan pálida serpiente por un zahir encantada.
“Tu voz quebrada simula
La hipnótica tonada de una invisible flauta…”
Los ojos cerrados enmascaran tormentas
Mientras que sus manos, crispadas
Como garras de acorralada fiera
Embisten nuestra carne, haciéndola, de su cuerpo,
Derramar sangre.
Llora a carcajadas...
Descubre placeres disolutos en prohibidas latitudes,
Al tiempo que escurre los ecos de su lamento extasiado
Sobre tibias montañas, bebiendo de gemelas cúspides.
Pierde la visión al internarse en caminos de Luz…
El sentir el alba surgiendo desde sus ardientes entrañas
Transfigura su torso jadeante
En tenso arco, expectante por dejar ir, en un último gemido
Una saeta brillante.
Y parece que mueres, dulce juguete…
Te sostenemos en nuestros brazos, mientras tu aroma
Provoca orgasmos en nuestra alma.
Nos siente palpitar con desenfreno,
Y las puertas de tu mente abres,
En leves revoloteos.
Ante tus ojos, los nuestros guardo, sosiego.
“No sea, frágil estambre, divagante
Entre redes tensas y afiladas
Que tu mirada tus fibras devaste.”
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Re: LUMIERE
BESO ENCADENADO...
Guiada por confusos deseos,
Intuyendo movimientos, distancias y alientos,
Me arrojo a través de nubes de lluvia
Hacia tus labios, hambrientos.
Mis pies en tus satinadas tinieblas
Se deshacen en espirales de humo
Al detonar la chispa… y comenzar a incinerarme.
Las texturas embriagan como licor lacerante,
Cuya cálida sordidez contra mi garganta
Evoca descontroles… como mortífero elixir
De etéreos sabores.
Las llamas inundan el silencio…
Danzando en pupilas desenfocadas y vidriosas
Percibo los guturales sonidos de la pugna llevada
En abismos, cuyas puertas guardan
Demonios húmedos, hipnotizantes…
Encarno mis alientos entre la bruma
De cabellos que se derrama sobre vuestro cuello.
Los segundos transcurren con la rapidez de eternas edades…
Las batallas libradas con pétalos de flores
Pueden dejar marcas indelebles en nuestras almas.
Turbas de buitres han de envolvernos
Mientras, lejano el pensamiento,
Nos dedicamos con delicia a bebernos.
Como si la piel se convirtiera en lumbre,
Resplandecemos…
Cuando mi ser, anegado de vuestra esencia,
Escapa despavorido, buscando a tientas
Trozos de tiniebla… temblando ante la fría luz
De un trepidante ósculo,
Nos encontramos, las miradas dilatadas
Ante la vista de rosas enardecidas en nuestros rostros.
Coronar tus sienes con joyas destiladas de mis venas
Sería redimir pecados ante la imagen
De una pagana diosa.
Coronarte con retazos de la infernal enredadera
Que nos envuelve y encadena
Dará final morada a mi apetito ansioso,
Que se escurrirá, cadencioso,
Acariciando un solitario capullo aciago…
Vuestros labios, enjaulados
Guiada por confusos deseos,
Intuyendo movimientos, distancias y alientos,
Me arrojo a través de nubes de lluvia
Hacia tus labios, hambrientos.
Mis pies en tus satinadas tinieblas
Se deshacen en espirales de humo
Al detonar la chispa… y comenzar a incinerarme.
Las texturas embriagan como licor lacerante,
Cuya cálida sordidez contra mi garganta
Evoca descontroles… como mortífero elixir
De etéreos sabores.
Las llamas inundan el silencio…
Danzando en pupilas desenfocadas y vidriosas
Percibo los guturales sonidos de la pugna llevada
En abismos, cuyas puertas guardan
Demonios húmedos, hipnotizantes…
Encarno mis alientos entre la bruma
De cabellos que se derrama sobre vuestro cuello.
Los segundos transcurren con la rapidez de eternas edades…
Las batallas libradas con pétalos de flores
Pueden dejar marcas indelebles en nuestras almas.
Turbas de buitres han de envolvernos
Mientras, lejano el pensamiento,
Nos dedicamos con delicia a bebernos.
Como si la piel se convirtiera en lumbre,
Resplandecemos…
Cuando mi ser, anegado de vuestra esencia,
Escapa despavorido, buscando a tientas
Trozos de tiniebla… temblando ante la fría luz
De un trepidante ósculo,
Nos encontramos, las miradas dilatadas
Ante la vista de rosas enardecidas en nuestros rostros.
Coronar tus sienes con joyas destiladas de mis venas
Sería redimir pecados ante la imagen
De una pagana diosa.
Coronarte con retazos de la infernal enredadera
Que nos envuelve y encadena
Dará final morada a mi apetito ansioso,
Que se escurrirá, cadencioso,
Acariciando un solitario capullo aciago…
Vuestros labios, enjaulados
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Re: LUMIERE
PLENILUNIO
¡Levantad la voz junto
Con el aullido del viento extasiado!
Bajo los arreboles de umbría,
En el día predispuesto por los hados
Todas las miradas serán lobuna exclamación
De hambre alienada, ingobernable.
El pastizal está llano y expectante;
Un húmedo mutismo lo recorre
Y en él provoca arreboles y espasmos.
Las llamas han sido engendradas con
Un último gemido de los crepitantes leños
Dispuestos en cúmulo imponente.
Carga en su rostro flameante
Con el estigma de tórrido cadalso…
Mas, no será en esta noche su canción
Detonadora de gritos desgarrados
Desde delicadas gargantas,
Pues la penumbra en la que céfiro danza
Con ritmo tentador, ha de dejar caer
Los pétalos de su lúbrica flor,
Para abrir paso, entre sus carnes
Al más bello vástago, hija de fulgor.
Antaño de su seno fluí, un hilo incrustado
En la marea, guiado por las tersas olas
Que a pleno antojo ha maniobrado.
La brisa ligera, el húmedo prado
Serviles adictos de sus pálidos rayos
Mi caminar han guiado a eucaristías rendirle,
Cubriendo mi cuerpo con lóbrego hábito.
Preludios mortecinos que auguran rebosantes
Formas, me han contado de su numinosa aparición
Sobre las cepas y las nubles viajeras
Que se deslizan con apremio, para no empañar
Con sus enaguas, el efluvio de su argenta cabellera.
¿Cautiva eres, dama que relumbras
Como espejismo inextinguible,
De aquel Cielo que te hace con los días
Deslucir tu voluptuoso porte?
Al intentar con mis brazos asirte y hundirte en mi pecho
Tan sólo eres agua y reflejo, reflejo en el aire…
Tan sólo eres Luz benévola en mi semblante.
Es por eso, mi adorada,
Que entre la hiedra, conjuro vigilias eternas
Para admirar con hambre la redondez de tus formas,
El modo en el que la plata se entalla a tu cuerpo fecundo,
A tu rostro lleno, a tus caderas embriagantes.
Por eso, en tu nombre emprendo profanas danzas
Ante los lindes que los oníricos reinos separan
Del tangible temblor de mi pecho.
De pronto, cuan áureos
Listones mi rostro bañando,
Percibo, como por primera vez,
Los surcos dejados por los tácitos veleros
Que derraman, alevosamente,
Los límpidos resplandores de tu pelo.
En tus ojos me retienes con ternura
Al verme caer exánime, sin fuerzas
Sobre tu altar, la hoguera rutilante.
Y es escarmiento para mis quemadas manos
La visión de aquel tibio flujo que segregas
Extasiada, ante mi figura crepitante, tu locura.
Ávida de tus besos, emerjo entre llamas
Hasta adentrarme en lo recóndito de tus ensenadas,
Encallando sin premura sobre la arena plateada,
Que recepta la emoción de la espera en su fuga.
Y tú, fatal señora, adoradora de las tentaciones más pérfidas,
Exudando candidez por tus poros,
Lames esos tuyos resquicios
En los que hago mi morada
Meretriz más adorada, Luz profanada
Por sanguinolentos amantes.
Gimiendo alborozada…
¡Levantad la voz junto
Con el aullido del viento extasiado!
Bajo los arreboles de umbría,
En el día predispuesto por los hados
Todas las miradas serán lobuna exclamación
De hambre alienada, ingobernable.
El pastizal está llano y expectante;
Un húmedo mutismo lo recorre
Y en él provoca arreboles y espasmos.
Las llamas han sido engendradas con
Un último gemido de los crepitantes leños
Dispuestos en cúmulo imponente.
Carga en su rostro flameante
Con el estigma de tórrido cadalso…
Mas, no será en esta noche su canción
Detonadora de gritos desgarrados
Desde delicadas gargantas,
Pues la penumbra en la que céfiro danza
Con ritmo tentador, ha de dejar caer
Los pétalos de su lúbrica flor,
Para abrir paso, entre sus carnes
Al más bello vástago, hija de fulgor.
Antaño de su seno fluí, un hilo incrustado
En la marea, guiado por las tersas olas
Que a pleno antojo ha maniobrado.
La brisa ligera, el húmedo prado
Serviles adictos de sus pálidos rayos
Mi caminar han guiado a eucaristías rendirle,
Cubriendo mi cuerpo con lóbrego hábito.
Preludios mortecinos que auguran rebosantes
Formas, me han contado de su numinosa aparición
Sobre las cepas y las nubles viajeras
Que se deslizan con apremio, para no empañar
Con sus enaguas, el efluvio de su argenta cabellera.
¿Cautiva eres, dama que relumbras
Como espejismo inextinguible,
De aquel Cielo que te hace con los días
Deslucir tu voluptuoso porte?
Al intentar con mis brazos asirte y hundirte en mi pecho
Tan sólo eres agua y reflejo, reflejo en el aire…
Tan sólo eres Luz benévola en mi semblante.
Es por eso, mi adorada,
Que entre la hiedra, conjuro vigilias eternas
Para admirar con hambre la redondez de tus formas,
El modo en el que la plata se entalla a tu cuerpo fecundo,
A tu rostro lleno, a tus caderas embriagantes.
Por eso, en tu nombre emprendo profanas danzas
Ante los lindes que los oníricos reinos separan
Del tangible temblor de mi pecho.
De pronto, cuan áureos
Listones mi rostro bañando,
Percibo, como por primera vez,
Los surcos dejados por los tácitos veleros
Que derraman, alevosamente,
Los límpidos resplandores de tu pelo.
En tus ojos me retienes con ternura
Al verme caer exánime, sin fuerzas
Sobre tu altar, la hoguera rutilante.
Y es escarmiento para mis quemadas manos
La visión de aquel tibio flujo que segregas
Extasiada, ante mi figura crepitante, tu locura.
Ávida de tus besos, emerjo entre llamas
Hasta adentrarme en lo recóndito de tus ensenadas,
Encallando sin premura sobre la arena plateada,
Que recepta la emoción de la espera en su fuga.
Y tú, fatal señora, adoradora de las tentaciones más pérfidas,
Exudando candidez por tus poros,
Lames esos tuyos resquicios
En los que hago mi morada
Meretriz más adorada, Luz profanada
Por sanguinolentos amantes.
Gimiendo alborozada…
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Re: LUMIERE
CORTESANA
En la inmensidad de su vientre residía, ya a lo lejos, el gutural eco del hambre. Era su mirada una incuestionable orden, que amenazaba con fulminantes golpes de silencio críptico, tonada predilecta de los malos sueños para pasearse en infantiles habitaciones. Su boca era seca y espesa: en ella las moscas perdían sus alas, y terminaban siendo espectáculo de la humedad de los burdeles. Tenía garras esculpidas con los dientes de la bestia, con su marca trazada en finas líneas, las mismas que cincelaban en su rostro infinidad de simas musgosas. Junto a aquel rojo agujero, sobre los dientes, reposaba un cúmulo, altar rindiendo glorias a la diosa, que también era roca en la que el sudor encallaba luego de la ardua tarea de las vacuas caricias. Un día, escrutando ese aire añoso que se cernía como un velo mortuorio sobre su frente, sus ojos, viose tendida de espaldas, exudando líquidos iridiscentes, henchida toda ella como una pompa jabonosa. Y sintió el delirio de la posesión, y deseó que fueran aquellos efluvios su propia estela sobre las viles cabezas de los hombres. Gota a gota, bebióse su resignación, los años resquebrajados como el carmín en los estuches, antaño delicados. Tragó, amargamente, el destajo del puñal que una vez, enamorado de su pálida piel, besó apasionado aquel pliegue que florecía bajo su tembloroso seno. También, y con una lágrima al beber, por su garganta cruzó el alarido de su flor en botón al ser ultrajado por el demonio, vestido de apremio. A oscuras, siendo vasija rebasada, desnudó por última vez su cansado torso, y con una vuelta sobre la colcha de aquel cuarto, abrió camino al arco que husmeaba a través de su sexo mutilado. Al cerrar los ojos, ya era siete caminos cumpliendo la añoranza de sus pasos.
En la inmensidad de su vientre residía, ya a lo lejos, el gutural eco del hambre. Era su mirada una incuestionable orden, que amenazaba con fulminantes golpes de silencio críptico, tonada predilecta de los malos sueños para pasearse en infantiles habitaciones. Su boca era seca y espesa: en ella las moscas perdían sus alas, y terminaban siendo espectáculo de la humedad de los burdeles. Tenía garras esculpidas con los dientes de la bestia, con su marca trazada en finas líneas, las mismas que cincelaban en su rostro infinidad de simas musgosas. Junto a aquel rojo agujero, sobre los dientes, reposaba un cúmulo, altar rindiendo glorias a la diosa, que también era roca en la que el sudor encallaba luego de la ardua tarea de las vacuas caricias. Un día, escrutando ese aire añoso que se cernía como un velo mortuorio sobre su frente, sus ojos, viose tendida de espaldas, exudando líquidos iridiscentes, henchida toda ella como una pompa jabonosa. Y sintió el delirio de la posesión, y deseó que fueran aquellos efluvios su propia estela sobre las viles cabezas de los hombres. Gota a gota, bebióse su resignación, los años resquebrajados como el carmín en los estuches, antaño delicados. Tragó, amargamente, el destajo del puñal que una vez, enamorado de su pálida piel, besó apasionado aquel pliegue que florecía bajo su tembloroso seno. También, y con una lágrima al beber, por su garganta cruzó el alarido de su flor en botón al ser ultrajado por el demonio, vestido de apremio. A oscuras, siendo vasija rebasada, desnudó por última vez su cansado torso, y con una vuelta sobre la colcha de aquel cuarto, abrió camino al arco que husmeaba a través de su sexo mutilado. Al cerrar los ojos, ya era siete caminos cumpliendo la añoranza de sus pasos.
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Re: LUMIERE
ESPASMO
Yo grité a la espera del cansancio.
Tú gritaste al distinguirte consumido
Por la tibieza de tu éxtasis temprano.
Él gritó al observarnos, los cuerpos acoplados
En figura de clandestina belleza.
Su oprobio desganado, dando atisbos de deseada fuga,
Accedía con los ojos a tocarnos y participar
De los anhelos derramados en el espacio
Cuan estrellas centelleando bajo la cama desarmada,
Botón de rosa tornándose escarlata.
Ella, a lo lejos, le añoró despacio,
Mientras buscaba su sexo con una enfebrecida mano
Cubierta por un guante de encaje blanco.
Nosotros entregámonos a la muerte,
La tantas veces invocada,
La tan temida y reverenciada.
Nos dejamos arrastrar por aquel afluente
Que, ayudado por el sol, engaña nuestra vista inocente,
Ocultándonos su tono opaco,
El final de su carrera en un pozo de líquido estancado,
Receptáculo de putrefactas sensaciones que, convertidas en Luz,
Llegan para terminar fermentando,
Mientras pululan maldiciones.
Sin embargo,
Ellos, los observados con vicio,
Aún se debaten en espasmos cada vez más fríos…
Buscan sus trozos para encender
Una pira que calme sus temblores
Siquiera hasta que el sol invada sus miradas
Y puedan moverse una vez más en
Aquella corriente luminosa.
La vacía embriaguez ya está olvidada.
Ahora, entre despojos aguardan la llegada
De aquel sol que invada sus miradas
Y les permita moverse una vez más en
Aquella corriente luminosa.
Yo grité a la espera del cansancio.
Tú gritaste al distinguirte consumido
Por la tibieza de tu éxtasis temprano.
Él gritó al observarnos, los cuerpos acoplados
En figura de clandestina belleza.
Su oprobio desganado, dando atisbos de deseada fuga,
Accedía con los ojos a tocarnos y participar
De los anhelos derramados en el espacio
Cuan estrellas centelleando bajo la cama desarmada,
Botón de rosa tornándose escarlata.
Ella, a lo lejos, le añoró despacio,
Mientras buscaba su sexo con una enfebrecida mano
Cubierta por un guante de encaje blanco.
Nosotros entregámonos a la muerte,
La tantas veces invocada,
La tan temida y reverenciada.
Nos dejamos arrastrar por aquel afluente
Que, ayudado por el sol, engaña nuestra vista inocente,
Ocultándonos su tono opaco,
El final de su carrera en un pozo de líquido estancado,
Receptáculo de putrefactas sensaciones que, convertidas en Luz,
Llegan para terminar fermentando,
Mientras pululan maldiciones.
Sin embargo,
Ellos, los observados con vicio,
Aún se debaten en espasmos cada vez más fríos…
Buscan sus trozos para encender
Una pira que calme sus temblores
Siquiera hasta que el sol invada sus miradas
Y puedan moverse una vez más en
Aquella corriente luminosa.
La vacía embriaguez ya está olvidada.
Ahora, entre despojos aguardan la llegada
De aquel sol que invada sus miradas
Y les permita moverse una vez más en
Aquella corriente luminosa.
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Re: LUMIERE
Fruto del Pecado
Despiadada inocencia, al tacto
El arrobo no tarda en hacer acto
De presencia, enfundado en su carmesí manto.
Los juncos han deshecho su abrazo sobre
Tus suculentas caderas, rubicunda
Fruta de estío, que tierna y joven
Te deshaces en mi boca apremiante.
¡Cuan deleitosa a mis sentidos
Puede ser la visión, tras la
Celosía del éxtasis,
De tu rostro contraído en mueca
De gemido silente,
Mientras tu aliento se enciende
En irascibles capullos de rosal florecido!
Mis horas de vigilia han trascurrido
Invocando al glorioso ruiseñor
Que al desangrarse otorgó a tus labios
Aquel ardiente color.
Éste, que con su hipnótico brillo es capaz
De cubrir de llagas mi corazón
Al dibujar los trazos que conforman
La silueta de vuestra voz…
Que muta en pueril risa
Ante los parpadeos del sol,
Siendo eco de las noches
En las que la luna doncella
Sus dedos alarga hasta rozar,
Con refulgente dulzura,
Los valles y cúmulos de vuestras llanuras.
Jugosa manzana…
Dadme noches infinitas para contemplar
En todo su esplendor vuestro brillar tentador,
Para saciarme con tu pérfido candor.
Y al amanecer danzar, sumida
En el más divino trance, ante la conciencia
Del pecado perpetuado desde tu cuerpo
a mi carne, vicio arrebatador
Despiadada inocencia, al tacto
El arrobo no tarda en hacer acto
De presencia, enfundado en su carmesí manto.
Los juncos han deshecho su abrazo sobre
Tus suculentas caderas, rubicunda
Fruta de estío, que tierna y joven
Te deshaces en mi boca apremiante.
¡Cuan deleitosa a mis sentidos
Puede ser la visión, tras la
Celosía del éxtasis,
De tu rostro contraído en mueca
De gemido silente,
Mientras tu aliento se enciende
En irascibles capullos de rosal florecido!
Mis horas de vigilia han trascurrido
Invocando al glorioso ruiseñor
Que al desangrarse otorgó a tus labios
Aquel ardiente color.
Éste, que con su hipnótico brillo es capaz
De cubrir de llagas mi corazón
Al dibujar los trazos que conforman
La silueta de vuestra voz…
Que muta en pueril risa
Ante los parpadeos del sol,
Siendo eco de las noches
En las que la luna doncella
Sus dedos alarga hasta rozar,
Con refulgente dulzura,
Los valles y cúmulos de vuestras llanuras.
Jugosa manzana…
Dadme noches infinitas para contemplar
En todo su esplendor vuestro brillar tentador,
Para saciarme con tu pérfido candor.
Y al amanecer danzar, sumida
En el más divino trance, ante la conciencia
Del pecado perpetuado desde tu cuerpo
a mi carne, vicio arrebatador
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Re: LUMIERE
NOCTURNO DESPERTAR
Soy una bestia en sangrante delirio…
Desde el abismo en llamas,
Contra la roca muerta
Esparcí mi lamento de herida abierta,
Sin entrever vuestra mano
Florecer en abrazo de brillante daga.
Mas, tu vista lánguida y extraviada
Ha golpeado los muros de mi entendimiento
Para proporcionarme oscura careta
Que me permitiera enfrentaros, olvidando el padecimiento.
Cálmame con tu roce en el luto
De los respiros insomnes.
Sosiégame, mis muñecas ata con aquel
Inmisericorde verdor, que ante su tacto, silencia de la danza
Su paso enloquecido, trance de místicos sonidos.
De mi pecho mama el son de mis latidos
Y construye para el arrobo una morada
En vuestra mirada de caudal mortecino.
De mi cuerpo entumecido extrae
La gema flagrante, rubí que por mis venas
Se deslice con parsimonia, torturando dulcemente.
Profana el antro de mi boca con la viva presencia
De tu palpitante deseo, curioso animal sin freno.
Os ruego… acaricia la flor olvidada por el sol
Hasta mis ojos llenar de diáfano rocío… enceguecedor.
Finalmente, invoca al sueño redentor,
Para que su ventisca arrecie
Sobre mi alma bañada en sudor.
Soy una bestia en sangrante delirio…
Desde el abismo en llamas,
Contra la roca muerta
Esparcí mi lamento de herida abierta,
Sin entrever vuestra mano
Florecer en abrazo de brillante daga.
Mas, tu vista lánguida y extraviada
Ha golpeado los muros de mi entendimiento
Para proporcionarme oscura careta
Que me permitiera enfrentaros, olvidando el padecimiento.
Cálmame con tu roce en el luto
De los respiros insomnes.
Sosiégame, mis muñecas ata con aquel
Inmisericorde verdor, que ante su tacto, silencia de la danza
Su paso enloquecido, trance de místicos sonidos.
De mi pecho mama el son de mis latidos
Y construye para el arrobo una morada
En vuestra mirada de caudal mortecino.
De mi cuerpo entumecido extrae
La gema flagrante, rubí que por mis venas
Se deslice con parsimonia, torturando dulcemente.
Profana el antro de mi boca con la viva presencia
De tu palpitante deseo, curioso animal sin freno.
Os ruego… acaricia la flor olvidada por el sol
Hasta mis ojos llenar de diáfano rocío… enceguecedor.
Finalmente, invoca al sueño redentor,
Para que su ventisca arrecie
Sobre mi alma bañada en sudor.
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Re: LUMIERE
LA ESPERA
Entre el cielo y el patíbulo, se abre
Una escalera espiralada que marea
Las propias ansias de justicia.
¡Me robó, me birló la espera
Al llegar un día, enguantado en
Satinado túnel, tejiendo un capullo
Entre mis sábanas raídas!
Yo no era más que un niño…
Me devoraba el imaginario aire
Que desprendía su cuerpo en los movimientos;
Alas leves, tintineos metálicos atravesaban
Mi garganta, al observarlo (o no hacerlo)
Encrespar las comisuras de sus labios.
Era el agua su espada voraz, temblorosa,
Y era el agua secretando agua,
Hidromiel subterránea, aquella evocada
Con un sabor tan dulce.
Sus ojos eran la calamidad empírea,
El trueno cristalizado entre dos murallas radiantes
Que se estrechaban al encontrarse en su búsqueda.
Y en cada gota de cielo, su brillo deambulaba
Como yesca inervada por la queja
De mi garganta fanática, absorbida toda ella
Por el vórtice albergado en su onírica pupila.
Yo veía en la materia la materia prima
De su esencia. En cada ápice de efluvio que no olí,
Entre la Luz, su imagen de reojo,
Entre los gritos en demencial torrente, un lamento
Híbrido, insondable, un ojo de mar mutado
En ondas gráciles, ondas terribles.
Yo era sólo un niño… en aquel día
En el que fue tan certero y corpóreo,
Tan terrenal y palpable, tan cercano
A mi propio pecho arrebatado,
Tan tibio, tan perverso amante.
Explorando lo falaz de su existencia
Trastabillé a oscuras y derrumbé el altar
En el que lo erigía, mientras con garrafal eco
Reverberaba la voz de la yesca llorando humedecida…
Tan humano, tan caído desde aquel sitio
En el que edifiqué su figura a fin
De nunca encontralo ni seguirlo,
Jamás vislumbrarlo ni sentirlo.
Entre el cielo y el patíbulo, se abre
Una escalera espiralada que marea
Las propias ansias de justicia.
¡Me robó, me birló la espera
Al llegar un día, enguantado en
Satinado túnel, tejiendo un capullo
Entre mis sábanas raídas!
Yo no era más que un niño…
Me devoraba el imaginario aire
Que desprendía su cuerpo en los movimientos;
Alas leves, tintineos metálicos atravesaban
Mi garganta, al observarlo (o no hacerlo)
Encrespar las comisuras de sus labios.
Era el agua su espada voraz, temblorosa,
Y era el agua secretando agua,
Hidromiel subterránea, aquella evocada
Con un sabor tan dulce.
Sus ojos eran la calamidad empírea,
El trueno cristalizado entre dos murallas radiantes
Que se estrechaban al encontrarse en su búsqueda.
Y en cada gota de cielo, su brillo deambulaba
Como yesca inervada por la queja
De mi garganta fanática, absorbida toda ella
Por el vórtice albergado en su onírica pupila.
Yo veía en la materia la materia prima
De su esencia. En cada ápice de efluvio que no olí,
Entre la Luz, su imagen de reojo,
Entre los gritos en demencial torrente, un lamento
Híbrido, insondable, un ojo de mar mutado
En ondas gráciles, ondas terribles.
Yo era sólo un niño… en aquel día
En el que fue tan certero y corpóreo,
Tan terrenal y palpable, tan cercano
A mi propio pecho arrebatado,
Tan tibio, tan perverso amante.
Explorando lo falaz de su existencia
Trastabillé a oscuras y derrumbé el altar
En el que lo erigía, mientras con garrafal eco
Reverberaba la voz de la yesca llorando humedecida…
Tan humano, tan caído desde aquel sitio
En el que edifiqué su figura a fin
De nunca encontralo ni seguirlo,
Jamás vislumbrarlo ni sentirlo.
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Re: LUMIERE
"La soberbia no es sólo el mayor pecado según las escrituras sagradas, sino la raíz misma del pecado. Por lo tanto de ella misma viene la mayor debilidad..."
LA SOBERBIA
Quita tu aire de mi aire,
Tu boca de mi boca…
¿No percibes acaso los temblores de ansias
Que me recorren, tumultuosos, los labios?
Tú, erosión en ellos, has sembrado,
Demasiado claros, los pasadizos que ha
De seguir una voraz lengua en mi gruta.
Aléjate, detesto absorber el calor de tus miembros
Mientras yo muto lo etéreo en un torrente corpóreo
Que escupo entre poros y dientes.
Una garra apresando mi cuello, mutilando
A la garganta oxidada por el vaho del grito
Y el deseo sorbido para amilanar a la hambruna.
No la roces con tu beso, consolando las astillas
De tal templo de mis susurros y notas,
O tus ojos abrirás ante la visión de una caricia rota,
Un elixir que no logró nutrir… jamás,
Al alma venerada, enaltecida.
Pues, después de todo,
Y antes que a cualquier fin divino,
Mi alma sirve a la severa orden
De sumirse en el más sórdido, placentero delirio.
Lo demás bien puede ser la membrana traslúcida
Que rasgue al penetrarme hasta el desangre.
Lo demás bien puede caer, cuan furtiva lágrima,
Y guarecerse en el olvido de mis ojos cerrados.
LA SOBERBIA
Quita tu aire de mi aire,
Tu boca de mi boca…
¿No percibes acaso los temblores de ansias
Que me recorren, tumultuosos, los labios?
Tú, erosión en ellos, has sembrado,
Demasiado claros, los pasadizos que ha
De seguir una voraz lengua en mi gruta.
Aléjate, detesto absorber el calor de tus miembros
Mientras yo muto lo etéreo en un torrente corpóreo
Que escupo entre poros y dientes.
Una garra apresando mi cuello, mutilando
A la garganta oxidada por el vaho del grito
Y el deseo sorbido para amilanar a la hambruna.
No la roces con tu beso, consolando las astillas
De tal templo de mis susurros y notas,
O tus ojos abrirás ante la visión de una caricia rota,
Un elixir que no logró nutrir… jamás,
Al alma venerada, enaltecida.
Pues, después de todo,
Y antes que a cualquier fin divino,
Mi alma sirve a la severa orden
De sumirse en el más sórdido, placentero delirio.
Lo demás bien puede ser la membrana traslúcida
Que rasgue al penetrarme hasta el desangre.
Lo demás bien puede caer, cuan furtiva lágrima,
Y guarecerse en el olvido de mis ojos cerrados.
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