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Mensaje por SEPI administracion Vie Oct 31, 2008 8:58 am

Cuando se asoma la luna al venir del poniente...




I-

Respiré, y en el profundo lago de purpúreas zarzas
se reflejó la imagen de los astros,
cruel espejo de la martirizada agonía
que yo, Orfeo encadenado,
contemplaba en los inmensos páramos del bosque.

La luna se hinchaba al venir del poniente,
escupiendo vagas lumbres de plata
sobre el lomo hediondo de las orquídeas;
y el sol, fiero ocultista de miles de ojos
me miraba, impávido, en el desolado jardín.

Suave noche mezclada a los licores del día,
bebí de las estrepitosas aguas del invierno,
siempre dejando, en el seno de la húmeda tierra,
el rastro incognoscible del sangrar de mis huellas.


II-

Canté a los astros la canción del invierno
y la hojarasca se precipitó en las orillas,
en el mar próximo a mi lejano hogar,
desdoblándose de la arena la blanca espuma.

Hablé con el áspid en el solitario estanque,
con el guijarro y las luciérnagas,
mariposas y gusanos del parque;
con el negro oquedal cubierto de brumas.

Y en el silencio de la tarde en sombras,
pálido sueño, dormité en las escarchas
y en la núbil alfombra del llanto del alba,
en la tarde, en la misma noche de mis lágrimas.


III-

¿Y quién soy?
No conozco ni el hoy ni el ayer de las ciudades,
no se de poetas, ni de héroes y fábulas,
me creo igual en el placer y el dolor.

¿Y quién mira con mis ojos?
Muchedumbres tibias y el canto de los pájaros,
los días que pasan veloces a mis ojos,
el mar que duerme y la tarde que ensombra.


IV-

Trágame, tierra,
déjame retorcer el vientre ya agonizando
bajo la piara y el ciprés durmiente.

¡Embísteme, maremoto!
Descose los hilos del ayer y el mañana,
mártir, sobre los solitarios sauces
y las frondas que se acunan en el alba.
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Mensaje por SEPI administracion Vie Oct 31, 2008 8:58 am

Breve fábula de Arjuna y la ninfa en los prados celestiales



I-

Sentado en las rocas de oro miraba Vishnú la tormenta,
el sibilino cielo chorreaba lágrimas de ámbar,
rocío de esmeraldas, céfiros de plata;
torciéndose, los alhelíes derramaban acordes
sobre el áspid y los guijarros del estanque.

Néctar melodioso, descendió a él un relámpago,
y entre las notas de la lluvia le habló,
rasgando las cuerdas del laúd del alba:


El coloquio:


Ninfa

- ¡Oh Arjuna! ¿Has de temer mediodía de sombras,
sin abrir tu arco de flechas de fuego?
¿No peleará ya entonces, por tu vida?

Arjuna

- ¿Y quien eres tú? ¿Cómo es que sabes mi nombre?

Ninfa

-Yo soy el ayer y el mañana, mares y ríos,
musa del alba y del ocaso,
dama del invierno y del estío.

Arjuna

- Déjame en paz, hermosa ninfa de cabellos de oro,
aunque sea tu voz orquesta de ángeles
y tus ojos como este claro de luna,
no te entiendo, sirena,
cesa ya tu melodioso coro.

Ninfa

- Ya no podré irme, Pandava,
tendí ayer el lecho de miles de flores
para nosotros, tórtolas, mi poeta,
y los árboles de estrellas yo los vestí,
enhebrando el vestido con el lino de primavera,
la hermosa savia de lo eterno, de lo inextinguible.

Arjuna

- ¡Ah! Resuena esa voz como borrascas de estío,
y esos cabellos de benjuí, resplandecen,
como los faros esos de alta mar,
ojos de nieve… ¡Pero yo no puedo seguirte!

Ninfa

- No puedo diría el ave a quien cortaron las alas,
o el esclavo agonizante en su calabozo,
o en su tumba el muerto, que, ya pálido, descansa.

Arjuna

- Ave fui hasta caer en los pies de un ciprés,
y de tantas cadenas y prisiones,
en la tumba palidecieron mis enlutados ojos.

Ninfa

- Veo en esos ojos el reflejo de los astros,
no están muertos;
no los rayos del sol en vano pasan
sin alumbrar a quien aún ama o sueña,
aunque en sombras maltrecho te halles,
aún puedes, destrabar tus pies de esa tumba…


Arjuna

- ¡Ah, sirena! ¡La esperanza es ruin!

Ninfa

- Utopías no existen, son para los necios;
pero existe el poder mirar por la ventana la luz pura
como después de la lluvia la aurora,
oh poeta, ¡mira estos ojos!

(…Silencio…)

¡Oh Pandava! ¿Es que ya no oyes?

(…lluvia…)

Arjuna

- ¡Si oigo, y veo tus ojos!
Es ínfima lumbre que tus párpados derraman,
como el eclipse de mi espíritu,
¡Oh sirena!
Pero puedo ver, si aún llueve,
tenue reflejo en el mar de tus ojos.

¿Es el alba acaso?

Ninfa

- Son mis ojos lo que ves el estío eterno,
la ofrenda de Vishnú,
el loto hermoso que te ofrezco,

Arjuna

- Beberé ninfa de esos pétalos.

(…cesa la lluvia…)

Aún estoy en sombras noche trémula de invierno,
pero veo sirena en tus labios derramar
el licor celeste de los dioses, atardecer eterno.

Ninfa

- ¡Vamos! El carruaje en el monte nos espera,
ya se oyen los címbalos y oboes de otras ninfas;
las aguaceros hallan allí mejores aguas,
y beberás del cáliz agrio y del dulce loto.

Arjuna

- ¡Adelante! Marcharemos al rastro de aquellas nubes.


II-

Y entonces desaparecieron entre la humareda,
al unísono redoblando los acordes de las nubes
y la orquesta sonó en la alfombra del cielo,
entre los mil ramilletes de lirios, que danzaban.
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Mensaje por SEPI administracion Vie Oct 31, 2008 8:59 am

El nacimiento de Venus...


Alegoría


Un zumbido de luciérnagas y aureolas de amapolas
siguió al estallido de címbalos en el mar,
los nen{uafares de ámbar la ribera,
los bosques de encinas celestes, los prados.

El gran ciprés contempló el ocre de lluvia,
el rocío del bóreas amarillento,
la aurora cubriendo la núbil cresta del Ida,
el mediodía azul y el llamado de las ninfas.

El arpa rasgó las cuerdas en el verduzco lago
y un capullo, moviéndose entre las enramadas
se abrió silencioso en las claras aguas,
reflejándose en la espejada sombra de los alhelíes.

Tenue relámpago precedió a la aparición:
Venus, más blanca que el alba de invierno
y altiva como el murmullo del guijarro,
me miraba, desenhebrando el polen de sus cabellos.


La canción:


- Quisiera ser Cupido de alas negras,
tórtola que posa en la sombra de la noche,
en los balcones góticos del alba,
en los mausoleos del errante,
sin mares ni navíos, el perdido enamorado.

Quisiera ser adiós y renacimiento,
ave en cuyas alas montaron las brujas,
el cáliz y el beso del poeta,
viento helado en estío,
el ocaso y la ira de los dioses.

Quisiera Venus, musa mía,
en la carroza alada de Júpiter
sobrevolar los campos y las estaciones
y las floridas praderas de los solitarios,
desde Los Andes a la cumbre del Himalaya.

Quisiera, desde los trópicos a los polos,
de los piélagos a los ríos,
en la plaza y en los muros del pueblo
decir, niña de los faros, mi amada,
Venus mía, te quiero.
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Mensaje por SEPI administracion Vie Oct 31, 2008 9:00 am

El crucificado



Cuando nací,
el Hijo del Hombre me clavó en su cruz,
y mi ensangrentada frente
no vio jamás el ojo enfermizo de la luz
ni la mutilada sonrisa del cordero en el alba.

Cuando nací
me arremoliné en el lecho de un sueño
y sentí el espesor de la daga en mi costado,
y el aroma de un nardo carmesí
floreció en la brumosa tumba de mi abuelo.

Cuando nací
no fue efímero el dolor de mi Cristo,
pues ellos, demonios,
clavaron su corona en el vientre de mi madre
y los dardos en la punta de mis nervios.

Cuando nací, oh Dios mío,
ya me alimentaba de pesadillas
y bebía de la ponzoña de los verdugos,
del nepente y de las sombras hechas
del cáliz de un Cristo traicionado.

Oh cruz mía: olvida que ayer morí…
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:36 pm

Salmo I -


Melancolía de luna.
Tristeza de no saber.
Recuerdos que no fueron
ni son, ni nunca serán.

Alma arrancada del viento
que me ha traído hasta aquí
y no será nada más
que humo perdido en el tiempo.

Alma arrancada del verde
paisaje que es como abismo
que no volverá jamás,
que no será mas un sueño.

Melancolía y poesía,
poesía del corazón
que quise ver y no vi
cuando era nomás un niño,

y saber que todo sueño
será polvo del mañana,
que todo ayer es olvido,
que toda alegría es vana.

Melancolía de luna
que es hoy y será mañana,
cuando las hojas se caigan
y nos miren en silencio.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:49 pm

III-

El valle de los muertos

Hay, bajo el plateado haz de luna,
pura lumbre que hace llorar al cielo,
un valle donde el ciprés acuna
a los diamantinos lirios del suelo.

Apenas muere la medianoche bruna
las blancas tórtolas se alzan en vuelo,
y se siente en el horizonte una
melancolía gris semejante al hielo.

Allí, se levantarán las naciones,
y en lontananza sobre los puertos
sonará el eco de inmensas canciones.

Allí, reinará la sombra de los muertos,
y sobre las montañas cantarán alciones
la desolación de bosques y desiertos.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:51 pm

Teatro onírico.


I-

En el baldío del barrio desolado, frente a mi hogar, el agua corría. Corría, aleteando jubilosamente en burbujas de colores verdes.
Al cerrar los ojos en medianoche, el primer sueño se descarrilo como el agua confundida de canal, mostrando a los árboles cargados de manchas.
La primer vista del bosque me mostró al hombre negro con su capucha y el rostro retorcido como un espiral que se esfumaba con el humo de la fábrica; y a las aves graznando cerca del estanque poblado de ranas azules. El color anís del cielo, titilando púrpura, se derritió muy lejos de las fuentes, y crecieron malvas enredadas de trigo en lontananza.
El tic- tac del reloj se detuvo por un momento, desgranándose en arena por varios minutos, y al recomenzar el conteo sonrieron los ocasos.
(El yo inferior, postrado en el lecho, sostenía los reflectores alumbrando en el sueño al yo superior, mostrándole las vistas de la sierra).

Tan pronto corrieron los venados, la llanura antes verde se desnudaba, impasible, hasta volverse los pastizales de color gris como el cemento.
El teatro, preparado oníricamente, se armaba despedazándose.
Me vi abrazado a la vida.

En la eterna transformación de los paisajes, el bosque se volvió un ancho camino, pletórico en rocas y montañas de piedra.
Entonces me alcé cuesta arriba del camino ondulado, hacia el prístino cielo. Ya alado, miré hacia abajo el sendero de los bosques quejumbrosos.
El agua había cesado la marcha de burbujeantes gotas de rocío, encaminada a arremolinarse desde los ríos con destino al incesante seno del Maelmstrom. Indolente, luego caía yo en el ojo de las trombas, perdido en el rumor de las algas y los zargazos.
Así arrastrado caí extenuado en el banco de la espuma en la orilla, y casi volviendo del sueño me atraparon en sus redes de ámbar las luciérnagas.
La luna tejió una seda y me envolvió en su capullo; y luego de un año de gestación me transformé en mariposa, cubierto de aureolas.
Nada más recuerdo de aquel visaje de palomas en el ancho cielo azur.
El yo inferior apagó las luces y seguí durmiendo.

De vez en cuando las manchas de los árboles necesitan de agua y las alimento.
De vez en cuando veo a las palomas dirigirse hacia el sur.
Esta noche dormiré de nuevo, y las saludaré.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:52 pm

La dama de los ojos de arco iris



I-

Dama, dama de los ojos de arco iris,
reluciente templo brillando al alba,
eres como la imagen del gran Osiris:
brilla en el tiempo de las mañanas de lluvia.

Sobre las playas, los crustáceos bailaban
en la sombra de navíos olvidados,
y en lo alto, siempre los mares de azur
sobre tus senos brillaban, mi Venus del sur.

Tengo a Marte, hablándome de arroyos
y mares que suben las celosías,
son vientos rojos, vientos de aurora,
que me recuerdan al rostro de los lirios.

Rostro perfumado de astros verdosos
que son como piélagos en el cielo,
y al son de violines en la bruma azulada
como torres erguidas a la mirada de ninfas.


II-

Mirada violeta

Y, como el atardecer en las sierras,
se oye el eco de bandadas de aves,
ruiseñores, señores del campo
que sueñan el frágil viento en las ramas.


Mirada verde

También bosques en el lejano poniente
y murmullos de grillos y luciérnagas,
adueñándose de la brumosa tarde
donde el sol lastima a la luna naciente.


Mirada roja

Y el lucero que cae al horizonte
manchando de amatista el paisaje,
y las luces desvaneciéndose en lontananza
sobre arroyos y lagos de crisolito.


Mirada azul

Y si las mareas impasibles duermen
la noche imanta los sueños en estío;
desciende, desciende la noche azulada
y el guijarro de recuesta en la hierba.


III-

Miraba mi Venus los colores del pintor,
alciones posados en el busto de quimeras,
y el ruido del céfiro en sus cabellos
parecía el frágil danzar de las mareas.

Miraba a Marte, el dios de la guerra,
plantando en campos de Jerusalén
lirios, muchos lirios perfumados de astros
para adornar el paisaje de su vientre.

Ella me miraba, y yo a ella,
y luego paseábamos montados en nubes,
viendo desfilar a los heliotropos
boca abajo, sobre muelles de almizcle.

Y ella tenía el arco iris en la mirada.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:53 pm

Fugaces vientos de aurora (tercetos)



Primavera: yo no se ya mirar tus flores
ni sentir la frágil brisa de los vientos
en el negro piélago de tus pájaros cantores,

ni hablarle al rubor de claveles cenicientos;
es el mar la utopía donde en lo eterno duermo
del adiós, en el lecho del hoy de mis lamentos.

Primavera: a mitad de aquel sendero yermo
violáceos vientos te han extinguido,
y hoy en brazos del mar, yo, navío enfermo

cruzo las aguas del ayer tantas veces ido;
¡Oh Leteo de sueños! Vagas sombras del poniente
matinal donde los valles duermen: te han vencido.

Ventiscas te han dejado sin soplos en tu simiente,
y la aurora, nublando su cresta en los cielos
se disparó en la lontananza, dejando silente

el cristal espejo del mundo, los anchos hielos
y la blanca bóveda del mar y las estrellas.
¡Vapores y nieblas de azur!: en tus negros velos

el aroma se mezcla al murmullo de mis huellas
como nido de ámbar en los cráteres de la Luna,
como lago que al río sube en las bellas

tormentas de una tarde de agosto sin cuna
que en la eterna brisa morir me implora,
en el jardín del ayer ¡Eterna noche bruna!

Primavera: fugaces pasaron vientos de aurora,
y como atroz silueta de una sombra santa,
un cuervo sin alas en tus balcones llora,

y en el luto de mi tumba la losa levanta;
lluvias de azulados mares y azabaches
que guardan, canciones que la muerte canta.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:54 pm

I - El entierro de las rosas


I-

Suelen haber, sobre los campos benditos
en la alfombra que cobija las raíces,
pastizales grisáceos, opacos.
Hierbas maliciosas ascienden año tras año
sobre esta tierra como algas de un mar oscuro,
y al exhalar ese aire maligno que sus tallos vierten
respiran aquellos viles fantasmas aéreos.

En campos oscuros hubieron de germinar,
bebieron copiosamente agua negra estancada,
de hedorosas tinieblas fue su ambrosía;
mas crecieron torcidas éstas rosas
y vistieron un manto purpúreo.

II-

Se paseaban las hormigas por la santa tierra
llevando su abrumadora carga.
Las raíces sobresalían a la vista de los pastos,
cubriendo el aire con el vasto veneno.

Mas arriba, era toda negra la bóveda
y el inaudible cantar de los locos cuervos
mecía los pétalos de las flores;
eran místicas las oscuras tinieblas,
y todo enzarzaba el marco ideal
en que vivían las infectas germinaciones.

Como en un sepulcro abandonado
los ramos se secan al paso del tiempo
y sensaciones de horror sentimos
al ver tan extraño espectáculo,
ése abandono, esa tenebrosidad poseían
éstos luminosos espectros del campo.

Por las noches, cuando no había viento alguno
se mantenían erguidas y quietas;
calladas, su aspecto enfermizo crecía a medida
que las nieblas todo lo ennegrecían.

Y el loco pájaro que al llegar la noche
nos hiela el alma y el corazón nos agita,
daba vueltas en torno al rosedal
y bebía del empalagoso néctar de un aljibe
posado en el centro de la escena,
y cuyas aguas provienen de la entrada
al infierno, allí donde Caronte guía
a los condenados a su eterno tormento.

III-

¿Cómo pudieron germinar estas rosas
en una tierra muerta, envenenada?
¿Cómo crecieron en campos ruines y secos,
donde el sol rara vez hace llegar su tierna bendición?

Cuando se plantaron sus semillas
era la tierra árida y fértil,
pero luego se construyó sobre sus cercanías un templo,
en esa tierra que antaño era bendita.

De a poco, cuando sus raíces aún
no habían madurado y sus pétalos
recién estaban creciendo y tomando forma,
fue volviéndose el campo todo gris,
y el pálido color de la Muerte envolvió al rosedal.



II - El pozo eterno


I-

En un pozo sin fin vierte sus aguas el infierno;
y quien hacia lo hondo del pozo mira
verá reflejado el velo inmundo de la Parca.

Es como un espejo malicioso y ruin,
y el que su rostro curioso asoma
podrá ver el fin del mundo, el más negro abismo.

¿Quién se atrevió a beber de sus aguas?
Los lobos, cuando después de su matanza
y luego de atravesar la noche interminable,
sienten una sed que les desgarra las entrañas,
beben con su horrible hocico del aljibe inmundo.

También murciélagos, cuervos, avispas
y demás bestias del aire beben abismos:
unos ciegos, se lanzan en vuelos inciertos,
otros ven con el color de la nieve,
otros vuelan bajo y atacan ferozmente
a sus víctimas con su afilado aguijón.

II-

Abajo, en los confines más alejados de la Tierra,
donde escasea la luz y el fuego y el hielo abundan,
rema Caronte atravesando los ríos fieros
llevando a destino a las vagas sombras errantes.

Muchas veces, las sombras en vano intentan
huir y se echan de la barca al río,
pero los demonios que ahí habitan
con tridentes filosos los castigan.

III-

Asciende el agua desde el hondo tártaro
hacia la Tierra y los altos acantilados;
brotan luego sobre la tierra muerta
gusanos enormes y negras arañas.

¡Nacen insectos en lo que era un campo bendito!
¡Donde se oyeron oraciones y plegarias
hoy sólo se oyen los cantos de cuervos!

Asciende el agua desde el hondo tártaro,
y el pozo rebosa cual manantial,
pero nunca es llenado este aljibe infinito.

Beben lobos, cuervos y murciélagos;
riegan luego sobre esta Tierra las flores,
y se engendran las Plagas que traen Muerte.


III - La plaga

I-

El rocío nocturno trae consigo la Plaga,
que es entre todas las más ruin de las parcas.
Así, cuando se tranquiliza el negro cielo
la Muerte despliega sus largas alas.

Porque son los pájaros de la noche como demonios,
inquietos, risueños y cautelosos,
y su roja mirada siempre nos vigila
y acecha como un cazador a su presa.

II-

Se acerca la Plaga por encima de la colina
y en su venida nos invita a saborear
el venenoso licor de la hipocresía.

Y, como horrendo reptiles hambrientos,
nos acercamos a calmar nuestra sed,
y el dolor nos deleita, y los sollozos
son para nosotros como dulce néctar.

Así, tampoco descubrimos misterios
ni nos encantan los azules cielos.
No somos ángeles ¡Somos Bestias!
y jugamos con la Muerte, que nos sonríe.


III-

Al final, siempre nos gana el verdugo,
que con hipocresías de mal gusto
nos sumerge en un río de plomo y hierro
en donde flotan nuestros sueños.

Expectantes del dolor que nos es ajeno
nadamos en mar confuso,
como un barco sin vela que a la deriva
viaja sin cesar y sin rumbo.

Viramos la proa en dirección contraria
y seguimos el viaje sin destino
hasta perdernos en lo hondo,
en la nada inmensa de un náufrago errante.

La Plaga nos consume lentamente
y vemos que el dolor cesa en el ocaso,
pero las heridas dejan hondas cicatrices
en nuestra carne inocente.

Sin embargo, jugamos con la Muerte
y nos divierten sus blasfemias;
nos embriagamos en sus fiestas
con sus vinos y delicias.

Somos como murciélagos tiritantes:
ciegos y habitamos en la noche.
Y a la Plaga que el cuerpo nos roe
les contamos nuestros dolores y nuestras culpas.


EL templo


I-

Había, entre tanta maleza y ruindad,
al oeste de la morada de Lucifer,
un jardín que rebosaba de herejías.
Allí, en tiempos no muy lejanos
se erigió, a costa de necedades,
un templo, bajo un reluciente sol de otoño.

Se manchó entonces la inocencia,
porque una vez la Tierra fue santa.
Pero por esos años anduvo un lobo sediento
cruzando las fértiles llanuras verdosas.

Y eligió las zonas vírgenes de la pradera
para ahí escupir sus entrañas,
y se convirtió en el cordero redentor;
pero en el fondo siguió siendo un Demonio.

II-

Cuando estuvo labrada la tierra,
entonces se construyeron las bases y cimientos.
Así se irguió el imponente templo de oro
con estatuas de marfil y bronce pulido.

El campo se tiñó de negra muerte.
Las rosas murieron tras lenta agonía;
también lirios palidecieron lúgubremente.

III-

El cielo vierte ahora sobre el templo
un rocío lánguido, de muerte.
Y es ahí donde se crían los gusanos,
esos que después suben hasta las tumbas
y se alimentan de las podredumbres.

Es ahí donde entre nieblas,
se engendran los viles espectros
que después habitan las tormentas
de ácido y dolor que nos trae el maldito.

Ahí, donde se manchó la inocencia,
las columnas serán derrumbadas;
y caerá fuerte lluvia sin descanso
para lavar heridas que no han sido sanadas.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:55 pm

La canción de primavera (las rimas del oquedal)



I-


Tempestad de flores vino a caer a mi zaguán,
crisantemos empapados de lluvias violeta,
amapolas sin néctar como cabellos de alba,
el mar, lirios muertos en el lodazal amarillo,
las rosas de mediodía en la escarcha de sombras,
la canción de primavera:


Las rosas


Beber del rojo néctar de esos pétalos quisiera,
bello carmesí como los labios del alba
déjame tomar de tu inmenso licor de salva;
y cual frágil gorrión que en el mar dormir pudiera

alzaré en los cielos para ti las espinas,
racimos grises que en los espejos del río
reflejarán tu rostro y tu sonrisa de estío,
y tu brisa de mañana en las verdes encinas.


El crisantemo


Como un astro que en el lago azul se refleja,
duerme la imagen frágil del mediodía
y el licor atroz de las sombras del día,
amargo limo de quien en paz morir no deja.

Cual tumba vil de amarillenta losa
me sabes, crisantemo, flor de invierno;
y en tu lecho huraño dormir el sueño eterno
me parecería el Edén, pálida rosa.


Las amapolas


Como lluvias de ámbar desciende la aurora,
y en el pliegue lóbregue de sombras en el jardín
negro, en el enramado oquedal del verdín,
impasible y clara, una flor llora.

Rubia como en primavera el poniente
y pálida como la lejana lontananza,
muere ya débil sin amor ni esperanza,
sin dejar frutos ni futura simiente.


El clavel


En el campo mas me parece ver la Luna
dormir en el seno de los arroyos y el mar,
que al herido guijarro hallar lugar
donde dar su canto o encontrar cuna.

Mas creo ver también a esas flores muertas
como el silencio en la noche estrellada,
los claveles, flores que, como la aurora helada,
de hogar no sirven a estrellas desiertas.


Los lirios


El amor es como el dulce hogar de los lirios,
y es la muerte el lecho de sus pétalos amargos,
el adiós de embriagante aroma, días largos
que con la tormenta traen los sueños turbios.

Es el sueño como el silbar ronco de los cielos,
lluvia de sombras y besos de almíbar,
pétalos de polen que como el acíbar
mal gusto deja a quien Amor duerme en sus velos.


II-


Coro


Se parecen las flores al alba de estío,
musa mía, al sueño y a la muerte,
porque dejan sin alma al inmenso río
que es el frágil lagrimal que el gorrión vierte.

Pero tengo a orillas del lago un rosal,
una noche azul y una tumba de canciones,
el laúd del ave y el glorioso brezal,
tengo, musa mía, las flores y estaciones.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:56 pm

Cinco canciones breves de primavera...



I- Perfumes

Los perfumes me bastan.
Yo coloreo el lecho donde adornan
las sábanas el rubor de tu cabellera.

Hay aromas que se mezclan
con el viento en las ventanas del estío,
y el murmullo de las hojas en los jardines.


II- Ecos

Un eco en la multitud de claveles
despierta en silencio al ruiseñor,
y su canto en la quietud del parque
hace sonrojar a la hierba,
y la luciérnaga a la sombra del ciprés
se recuesta acariciando la enramada.


III- Paciencia

El sendero es largo,
pero las montañas nos miran,
los ríos se pasean encorvándose.

¡El mundo es azul!
Y gira como un gracioso oquedal,
acunando flores, mirándonos.


IV- Primavera

¡Mi amada, oh mi ninfa,
despierta, mira el cielo!:
el día nos llama.

Desde lo alto el sol nos mira
y el rocío humedece ya nuestro lecho;
el aire huele a mar en primavera.

V- Sonrisa

Y los perfumes me bastan:
las gradaciones son de arco iris
y tu lago es de esmeralda.

Y el aire huele a mar en primavera:
como los muelles y los jardines,
como el alba y la noche.

Oh mi amada, partiremos…
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:58 pm

Canciones del príncipe Belial

Visión primera


Paraíso


De entre las ruinas de un templo de bronce
las bestias se alzan, trémulas, por entre las gárgolas;
las cortinas desempolvan recuerdos de Edenes perdidos,
los paraísos de cartón se mojan los cimientos del alba.

Monstruosos senderos cincelan la blanca avenida,
coronando de auroras la pálida hierba,
multitud de flores que enferman como el alma
abren sus tallos violetas a los ojos de un sol moribundo.


Lluvia


Es de noche, y llueve; ¡Grave silencio se oye!,
las aves reclinadas en los rosedales no murmuran,
mientras los pétalos palidecen de la infancia ¡Átropos cruel!,
el amor cansa, brotando acordes del laúd del alma.

Es de noche, y llueve…
¡Bruñe el sol la esperanza de un mediodía de pureza!
¡Alba de claveles muertos! ¡Oh lluvia!
¿Dónde quedo el llanto del mar? ¿Sólo esto era, estío?
Las cortinas cierran los párpados del alma…


Flores ebrias


¿Adonde es que van las olas cuando mueren?
Sus cimientos de las aguas las corolas agitan,
y su soplo al oír las sierpes de rojo al zafiro tiñen,
¡Del Bóreas la eterna marcha en llorar nunca cesan!

Yo ya soy como el invierno, de borrascas maltrecho,
y de espinas fui herido al caer la luna trémula;
nunca un sol de caricias la árida piel soplando,
nunca un “te quiero” en la frente, ni silencio..

La aurora veo a veces de alcohol dorar las montañas,
de ese lapislázuli brotando los pliegues del mar cansados;
y del sonriente azahar égoglas de un otoño atrás:
-Joven morirás, cual vano lirio, como la rosa estéril.

¡Que dura tarea la de ser mártir, Orfeo, poeta!
Y tener todos los ríos llorados,
las cuencas del alma inmensas…


Mártir


Por al sol mucho mirar envilecí los ojos,
y tengo los pómulos ya rotos de caer vencido;
en el estómago de sangre una gran ulcera,
vestigios de temprana muerte, precoz.

En la piel viví los más boreales inviernos,
y de esos céfiros aprendí la danza de los mártires,
el sol hostil como arpa y la luna como canción;
la herida siempre abierta de mirar las calesas del alba,
las avenidas del otoño, estío sangrante.

Aún mártir, me quedó la vocación de cantor,
cuando, al desgranarse las potentes cuerdas del abismo,
suelta Satán en acordes el grave murmullo de las olas:


La canción de la luna


Astarté


Las pardas manchas del sol ya no tiñen mi frente,
los fuegos ondularon en el hielo azul como piedras;
la aurora murió, ya su almíbar no siente.

Con liras de plata del ancho mar alcé las hiedras,
los vientos pintaron del alba el triste ocaso,
y al nocturno cielo despinté con mis blancas hebras.

Mas los lobos ya a mis empíreas lumbres dieron paso,
y las musas de griegos cantos los montes coronan;
de sombras de la tierra brotando un triste acaso.

Como si en los cielos mis rayos de azul tronaran
cuando en las praderas, un manto de ópalo desciende,
ya ni de albores ni de fuego a mis cabellos lloran.


Coro:


¡Venid a los campos del sueño eterno,
Astros del sur, carrozas etéreas del Empíreo!
Luna soy, oh sueños, y es de miel mi firmamento.

¡Venid astros del sur del sueño eterno!
Luna soy, estrellas del firmamento…


Mar


La niebla puebla las ondulantes crestas del Ida,
los ríos serpentean boca abajo en los muelles
y al abrazar la espuma los senos de la tierra se agitan,
depositando acordes en la frágil brisa de invierno.

Siento el tumultuoso ruido de las aguas,
los soplos golpean el triste temple de la mañana,
¡Así anhela, inocente, el que hacia el mar mira!

Oye el suave murmullo de las olas golpeando las rocas,
¿No tienes Poseidón, canción mas alegre? Pregunta,
y sólo un perdón recibe de los vientos secos,
mientras el sol cae y los navíos de alzan en la mar verde.

Se despide el mar con los errantes buques como aves,
y entre la espuma golpea el silencio,
dejando a las aves las canciones de Julio,
las azuladas notas del atlántico inmenso.



Recuerdo


Entre las brumas del invierno vino a mí un recuerdo,
la ventana golpeaba al son de viento polar de la noche
y los lebreles aullaban en los palacios de ámbar,
cuando, entre el Bóreas maltrecho, oí la voz de una niña:

-Estuve en los polos, en la noche de los hielos cantores,
¡Hice una canción! ¡Una larga fábula de alegría!
Pero sólo se oye después del cese de la lluvia,
cuando aún los húmedos lirios anhelan la luz del alba.

Así se despidió, dejando a las flores del valle negro,
entre la mirada lúgubre de los piélagos danzarines;
alzándose Tetis, la de ojos de poliéster,
sobre las roídas fuentes de plata del Siloé.

Después, las columnas del ancho cielo cayeron,
y Alción, mirando entre las grietas del mundo,
perforó la cresta de las nubes, antes de la aurora.

Siguió así entonces la melancólica orquesta de Julio,
despertando a la bestia del Nness y a los peces malditos.


Peces


¡Leviatán, ronco amo de los mares azules!
éste cual islote viviente sus bronquios agita,
haciendo temblar las algas de un rincón del mundo;
entre helechos poblados de troncos de abedules,
los risueños peces le miran, incrédulos.

Las rosas carmesíes se abren como nubes al sol,
después de un día nublado de grises borrascas,
bajo los azulados espejos de la mar;
luego una danza marítima abre las olas,
al compás delirante de ostras y cangrejos cantores.

Las orcas aletean al júbilo de flautas marítimas,
los pulpos señoriales abrazan en baile a las anémonas
y los pececitos de colores pintan de ámbar las aguas;
así en la mansión azul de las algas etéreas
las algarabía rebosa, y los cantos sin cesar se suceden.


Nieblas


En el viejo cuarto, las cortinas se abren,
una luz roja, lívida, traspasa mis sueños, quemándolos.
Entonces sigo mi torcido camino por las praderas bestiales,
en lo alto las pléyades corren, bajo la orilla de los mundos.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 1:59 pm

Canciones del príncipe Belial III


I- Invierno


En los nidos de azur los lirios se abren,
la lívida luz del astro golpea las copas rumorosas;
las aves se posan en las vasijas de Agosto
hablando a las moribundas hojas del parque.

¿Adónde vamos, canciones del nublo?
Ayer entre los rojos zargazos partieron los buques,
y el horizonte, claro en el lejano poniente,
semeja un arpa cuyo acorde desgranan los cuervos.

Calles empapadas de óxido
por donde circula el amante con la luna en brazos;
veo el eterno silencio del sibilino cielo,
los cimientos de una Babilonia de azufre
en cuyas torres dormitan las codornices malditas.


II- Rocío


El rocío se escapa del celaje de las nubes,
¡eterna lluvia! Eterno cielo ennegrecido
que embota lágrimas en la cresta de los valles,
descascarando la tierra, que se abre.

No hay cometas que desdoblen mi llama,
fatuo fuego que te alzas en el empíreo inmenso,
no hay ya lunas, madre, el tiempo pasó errante;
sólo tengo secos los ojos y ásperos por el llanto
y el lecho solitario, donde derramo mis sueños muertos.

El cadalso me espera en el bosque sombrío,
¡echa leños a ese efímero fuego!
No dejaré nunca de mirar la nebulosa en los cielos de azur,
ni oír la estrepitosa canción de la hojarasca;
ni de desenterrar laúdes en los campos elíseos.


III- Tormenta


Los truenos gritan al son del grito del éter,
y luego la tormenta, el diluvio multicolor;
llora el poeta, llora el cielo en sus ojos,
las aguas son tan negras como el amargo acíbar.

El olor de lluvia es aliento de azahar,
y el incesante murmullo de las tórtolas azules
son tormenta, tempestad de lágrimas,
de gotas espolvoreadas de silencios.

Y el andar errante de los automóviles es invierno,
escarcha del murmullo de los niños;
tormenta eterna que abate las mañanas,
¡Oh brumas y nieblas de este ancho cielo!


IV- La voz del príncipe


-¿Adónde vamos príncipe de la luz del este?

- Negro el mar, negros los astros del éter,
Rojos quizás los acordes de mi triste canción;
¡nunca dejará de llover, niño!...

- ¡Pero tus canciones! ¡Son tan tristes!
Tiembla mi mano de sólo oírlas…

- Sólo mira la tormenta y escribe,
aún no ha cesado mi ópera, ronca orquesta,
lúgubre balada de eternos silencios;
sólo copia que al fin vendrá la aurora,
tu que bebes de mi machito licor de sombras.


V- Soledad


Los senderos eran verdes lastimados por la lluvia,
cada repiqueteo de las aguas en la frágil tierra
despertaba a los guijarros en la gran plazoleta;
y entonces, otro sueño que se encendía en las farolas,
otro anhelo corriendo hacia los albañales,
bajo las húmedas riberas, los pasos de mi sombra.

Solo, bajo la fría tempestad de Agosto,
sintiendo el suave caer de las gotas de ámbar,
la venida de otro demonio a mis pálidos ventanales;
otra canción que yace, al tenue reflejo de los alhelíes en el río.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 2:01 pm

Breve fábula del viajero y la dama del arco iris



I-

En una fúnebre carroza traída por querubines rosados
bogaba el cielo el brebaje de un loto perfumado,
y Calíope, con su plumaje rociando el éter,
se posó en el parque de los corales,
abriendo así los párpados de mi alma, que invernaba.

Nada mas sus ojos tenía el cenit por vista,
ella que jugueteaba en el jardín de las sierpes
me dio a beber del soma embriagante,
en cuyo fértil suelo el diáfano líquido crecía,
se alzaban las deslumbrantes alamedas.

Los líquenes chorreaban entre las verdes nubes,
que otrora tenía por lluvia el vestido,
y las gárgolas de marfil en los templos paganos
se derretían al paso de la blanquísima dama,
en cuya cresta destellaba el gran arco iris.


II-

La comparaba primero al ciprés de estío,
porque sus cabellos enramados de verdes frondas
acunaban a los albatros cantores,
y porque sus brazos, erguidos,
semejaban ramos que acariciaban el éter.

La comparé después con el loto inextinguible,
flor sagrada que llevaba Vishnú en los brazos,
porque parecía su rostro hecho de pétalos de ámbar
y sus ojos como dos clorofilas de algodón.

La comparé a los heliotropos y a los albañales,
al eterno abrazo de las olas incandescentes,
al navío cruzando los angostados mares,
¡Oh, arco iris que vi escupiendo aromas!


III-

Armaba vasijas en el barro de mis ojos muertos,
castillos hacía de azur en las playas,
desolado y roto, iba hacia senderos yertos,
cuando, al cese histriónico de la lluvia,
Annabel, aria de blanquísimo pubis,
me llevó a un umbral de claveles muertos,
jardín negro y vetusto situado en la Arabia.

Címbalos no hablaban al alba,
tan blancos los postes sosteniendo las nubes
cegaban mi vista de sombras vespertinas,
y, ante la mudez de la dama del arco iris
proclamé con la voz del gigante Poseidón:


IV-

Viajero:

-¿Qué es éste lugar tan de sombras engalanado,
tu, que llevas ojos de algodón
y los cabellos verdes, oh dama del arco iris?

Dama:

-Aquí vienen la lluvia ácida de los mundos,
las flores muertas,
los inmensos mares que se vacían,
las alas del ave que murió bajo el poniente.

Viajero:

-¡Tu tan bella, me trajiste aquí donde mora el áspid?

Dama:

-Aquí mora el viajero, ¿No ves?
¿No querías lunas,
Soles,
Archipiélagos, arco iris?


V-

Una luna canturreando al ágora en el invierno,
los mares que descienden agitándose,
y busco una góndola entre todo el salitre,
en las calles aguadas que cruzan los muros de cemento.

Un sol de amarillentas corolas,
archipiélagos que danzan en los polos,
cometas que entre fuegos deslizan el Empíreo,
¡La dama del arco iris!


VI-

La busco en el rocío de las mañanas inmóviles
abriendo sierpes en las callejuelas olvidadas,
anhelando un carruaje de guirnaldas en el cielo
y en el aire donde se deslizan sus blancas plumas.

La busco en el cenit boreal de Agosto,
en el parque de enramados cipreses
y en mi tumba, donde cavaría al ver una nube,
y un pálido destello que anunciara lluvia.

En el loto abierto de las tumbas egipcias
la busco, al galope de gnomos y elfos,
al zumbido de centenares de laúdes
que aúllan en los sauces de los arroyos secos.


VII-

Ya no me interesan las letras y las canciones,
porque me tocó ver el éxtasis en tus ojos.
¡Niña, no me interesa ya ser poeta!
Sólo ver al alba deslizar la verde humareda,
y en tu frente que en los bosques derrama lirios
ver los colores en el llano de tu temple de arco iris.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Sáb Nov 01, 2008 2:06 pm

Pájaros sobre la tierra



Sueños de felpa erguidos en cruces
clavando sus pies las aves sueñan,
melodías de amarillo y luces.

Parecen campanas, inmóviles.
Susurran la venida del ocaso
y el vientre retumbante de la noche.

Yo los miro o los ignoro.
Y ellos jadean colores muertos.
Ellos saben cantar.

Yo los ignoro.
Y ellos sueñan,
sueños de oro en la tormenta.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Miér Nov 19, 2008 11:04 am

Copla para un arco iris cantor



Y si esta noche morimos
habrá sobre las retamas
canciones de arreboles
y el destello de estrellas.

Habrá un lirio bailarín
de pétalos bermellón
en tu ventana de azules
y un arco iris cantor.

Y saldrá por ahí la lluvia
por ríos do corre el mar,
y cantará, cantará.

Traerá vapores la luna
en algodones de sueño;
el oquedal con acordes
de Sol reirá del yelo.

Y en el desierto entibiado
de un Septiembre sin rocío,
dirán al mar las gaviotas
que ayer y hoy nada es olvido.

Y saldrá por ahí la lluvia
por ríos do corre el mar,
y cantará, cantará.

Si esta noche la canción
se apaga entre los geranios
y un acorde así resbala
me verá el parque llorando;

y en el ciprés un gorrión
al cesar su débil canto
apagar sabrá la sombra,
llorar lo verán los campos.

Y saldrá por ahí la lluvia
por ríos do corre el mar,
y cantará, cantará.

Ya no hay en mí mas dolor
ni pena más, ni agonía.
En lo que en mi fue juventud
fue dolor porque quería.

Ya nada hay mas en mí
que me impida al mar cantar,
pues no habrá jamás invierno
sin sueño, sin un rosal.

Y saldrá por ahí la lluvia
por ríos do corre el mar,
y cantará, cantará.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Vie Jun 12, 2009 10:13 am

Hay noches (escala métrica)



Hay
noches
que pienso
en tus ojos
ser dos estrellas
en cielos azules
que cantan en silencio
Hay noches que pienso al cielo
en la muerte y en el perdón
de esta mi vida que es una sombra
que ya no volverá a cantar la muerte
ni será jamás canción de primavera
Hay noches en que pienso que al morir
vendrá un beso tierno de tus labios
abriendo un surco de amapolas
y océanos de silencio
Hay noches en que pienso
que ya no habrá angustia
cuando me vaya
silencioso
cantando
muerte
gris
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Vie Jun 12, 2009 10:15 am

Ahora que todo es pasado



Ahora que todo es pasado
y el rayo de luz se hace agua,
ha calmado la tormenta
que en mi vida fue diluvio.
Ahora que el mar es olvido
y lo que antes fue ya no es,
nuestra sombra ha naufragado
en lo que antes fue el invierno.

Ahora que todo es ficticio
te busco en las estaciones,
en otoños y en inviernos,
en lunas, en el silencio.
Nomás me queda el dolor
de tenerte algunas horas,
cuando se puedan cambiar
los relojes y los siglos.
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