ARTHUR_EL_GRIS

DESPOJOS...

… Retumban los tambores en el desolado desierto
Y retumban mis oídos de hastío, en el descampado…
Llenos, todos, de lagunas y lamentos, de sombras
Y torturas que se envuelven entremedio de la oscura niebla

… Se arrojan a mi paso los horrendos y hediondos
Cadáveres, las Espectrales Sombras, las Vacuidades
Llenas de Nostalgias y estrías hechas de piedra
Que se perpetúan en mi carne… destrozándola…

… Aúllan los lobos en total demencia y desenfreno…
Aúllan porque desean devorar mi corazón agonizante,
Llevarme al otro lado del camino donde la Luz es el destino,
Donde se forjan los héroes que dan la vida por sus amantes…

… Mas, ataviado de pesares, de molestias, de agudos
Clamores, de agrios vapores que se desvanecen entre las huellas
De aquellos feroces animales, de aquellas bestias,
Me encuentro con mi propia Sombra que me habla

“Languidece tu presencia – me dice – languidece porque
No estas presente, Porque has perdido el constante
Movimiento. Porque de ti no estas conciente. Porque…”
Enmudeció de pronto y guardó silencio

Cerré mis ojos y, con el audaz desenfreno que te otorga
La Nostalgia, la Locura, la Tristeza… cogí entre mis lánguidos
Dedos espectrales aquello que ha de ser víctima del Tiempo
O de la Muerte; mis uñas… mi cerebro… mis músculos… mis huesos…

Para con ellos hacer una gran hoguera de viejos cuerpos…
Saqué entonces, del cementerio, lejos de todo sacramento
O santidad, los empolvados féretros de los que, igual que yo,
Condenados están a vagar por la Eterna Miseria…

Los arrojé al fuego entre escupitajos y blasfemias…
Los apagué con mordazas y, con lo que quedaba de mis garras,
Les rebané el pescuezo mientras, con látigos forjados
Entre las crueles llamas, les azotaba sin ninguna piedad…

Lancé, luego de mirar a los silenciosos espectros
Que entre las cenizas se retorcían, un gran alarido
Que colmó mis oídos de despiadados deseos
De, con energúmena devoción, devorarlos…

Me arrojé, con brutal frenesí, sobre los ahora mas muertos
Objetos y me los comí con el agudo rechinar de mis dientes
En sus frágiles huesos… y ahora, que la Muerte me ronda
De nuevo y soy mas Demonio que perro,

Más fantasma que espectro, retumban en mis oídos
La voz de aquellos ancestros, más viejos que la Demencia,
El Amor o el Deseo… retumban en mis oídos con sus voces
Terribles… llenas de locura… de agonía… de brusca

Incompetencia… llenando mi cabeza con la brusca
Complacencia de un destino lejano, pero palpable…
Con una solo frase que repiten incesantes, llenándome de tedio
“La voz del Destino es el Silencio y la Soledad su único camino…”

TRES SONES EN LA OSCURIDAD

Introducción

Canto, como si estuviera triste,
Sin poder mirarte a los ojos,
Sin poder mantener el aliento,
Como si mi alimento, corroído
Y extravagante, se me escapara
Corrosivo de las manos…

Sostengo, apenas, mi garganta
Hecha de hilos y vetustas flores,
Convirtiendo mi último aliento
En agrios vapores que se desvanecen
En notas negras… lánguidas… tenaces
Que como rapaces lagartos engullen
La carne insípida de mis pulmones
Hechos de carroña, manjar de roedores.

I.- A LA TRISTEZA

Corrompes, Alma mía,
Sucia compañera de mis candores,
De mis venias más insípidas,
Los vapores que algún día
Llenaron tus abismos y los míos,
Aquellos acertijos de palabras necias,
De danzas quietas a la luz de la Luna, de llanto…

Recuerdo… cuando juntos llorábamos el Silencio
Y su voz en el vacío se hacia inmensa,
Cubriendo cada grieta y cada lamento
Que se hacia piedra, que se hacia polvo
Y era tu rostro, mi Ánima, mi bella Ánima,
Tan lleno de lágrimas el que, desesperadamente,
Conmovía mi sangre y el miasma de este cuerpo purulento.

Y es en tus ojos, en tu rostro blanco en los que la Luna
Brilla tensa, reflejándose… hundiéndose en un pozo
Que belleza desborda, que de oscura magia se hincha
Tomando forma liquida y que luego se desliza, borracha,
Haciendo una raya que recorre tus comisuras y lunares…
Tus labios y que cae, irremediablemente, en la inmensidad,
Perdiéndose, por fin, en aquel abismo oscuro y denso… la Soledad

II.- A LA PERVERSION

Arde mi garganta como si hace horas,
Una canción atragantada,
Quisiera nacer hecha grito…

Siento mis manos hinchadas,
Como si de pronto lo asqueroso
De mi esencia hiciese explotar mis dedos.

Se bloque mi conciencia,
Como si la pestilencia del cadáver
Que habito se hiciera bruma.

Los pies me pesan, como si aquellas
Voces perversas hicieran maña
Y una telaraña sujetara mis piernas

Y ahí esta tú, mi presa, mi adorada presa…
Magullada y somnolienta… herida y frágil,
Con la certeza que serás, por mi, devorada.

III.- A LA IRA

Te sostengo, con airosa clemencia,
Con intolerancia, con vértigo, con nauseas
Sobre las piedras afiladas donde los otros
Cadáveres reposan… quiero que me respondas
Porque, porque dejaste que se marchara.
Porque, si solo bastaba un silencio, un solo segundo
Sin las vendas que nos atormentaban… un momento
Sin esas mascaras de hierro que tanto aprietan…

Este dolor, que como fuego recorre mis venas,
Este ardor profundo que me ahoga, que me sostiene
Como yo te sostengo… romperé tu cuello sino me hablas,
Sino me dices donde se pudo haber ido.
Y yo, como un mendigo la buscaré entre los cadáveres,
Entre las catacumbas y los cementerios hediondos,
En los infiernos donde los depravados gritan sus traiciones,
En todos los rincones, en todos los caminos recorridos.

Y la traeré conmigo a reposar en mi lecho,
A dormir en mi almohada y la amaré,
Como amo el otoño y su tristeza, sus hojas,
Que ondulantes como sones que crepitan al caer
De los árboles me besan los pies descalzos, o la mar
Que me habla en cada suspiro mientras lame,
Lánguida, la orilla arenosa, o el viento que me acaricia
El rostro para secarme las lagrimas por haberla perdido…

Nunca debí haberte dejado dominarme,
Nunca debí haberle gritado así y ahora me colmas,
Inundas mi cuerpo vacío mientras te sostengo
Con mis dos manos frente al abismo para dejarte caer.
Eres corrosivo ser, Ira, eres veneno, ahogas mi cuerpo
Para sobrevivir, matándome… matándola con una sonrisa
En el rostro, sin remordimientos, sin lamentaciones vacuas
Que llenen la alborada de inquietudes y penas,

Ni manchen el horizonte con sombríos colores…
Por eso haré de ti un montón de huesos rotos, Ira,
Haré de ti corazón y remolino… fusta y castigo…
Ah!! Mi pecado, mi traición, mi única traición hacia mi mismo,
Mi desasosiego más vil, fustigador inclemente de mis felonías
Me corrompes hasta lo mas hondo, como si el pozo en el que habito
No tuviera fin, como si me entregara a ti por completo, a tus placeres
Más groseros a cambio de lo que guardo con más celo.
Ella, la mas brillante, la mas bella, mi Alma dolida y triste…

La que oscurece

Oscurece… mientras tu hálito negro,
De respiración entrecortada se hincha
A mi lado… sujetando tus manos una
Oscura maroma, de oscuros y profundos
Relieves se hunde, en lo que de tus muñecas,
Antes frágiles y bellas, quedaba…

Aun respiras, la conciencia no se ha ido
Y tu cuerpo ensangrentado aun mantiene su vida,
Es al Alma, amada mía, a la que has penetrado…
Cada golpe que te he dado es un soplo entre
La borrasca y el olvido, más allá de los chubascos
Y los petrificados temples ocultos tras la niebla

Soy un demonio y todo lo que toco se solidifica…
Mi cuerpo se mantiene con vida gracias a la sangre
De aquellas damiselas a las que he poseído,
Pero tú me has pedido que solo a ti te posea,
Que solo a ti me entregue… sin embargo mi cuerpo
Muere y debo beberte para seguir juntos…

A ti me entrego – me dijiste un día – para que hagas
Conmigo lo deseas y ahora bebo tu sangre como
Una bestia en celo… la Lujuria invade mi cuerpo
Mientras mi lengua recorre tus pechos rojos y tus pezones
Llenos… duros como la roca… cada lengüetazo
Que doy es un soborno para que mi conciencia se pierda

Tras la nebulosa de aquella perfidia que he cometido…
Te beberé toda, cada sorbo de tu cuerpo será mío
Hasta que tú ser antiguo sea solo un recuerdo…
Mis dedos acarician tu piel desnuda, ensangrentada,
Bañada por los traviesos sorbos que da mi lengua
En tus brazos, en tus piernas, en el interior de tu vagina…

Estás excitada, lo siento en los movimientos de tu cuerpo…
En tus gemidos débiles… en tus palabras mudas…
Tus labios, con desesperación me piden un beso,
Me acerco, para que nuestras bocas se busquen
Mientras mis dedos, ahora traviesos
Y dotados de vida propia, jueguen con tu cuerpo

Tu corazón palpita con furia y me estremezco,
Mis Deseos ya no son lánguidos ni toscos lamentos,
Quiero que mi miembro se abra paso, como la simiente
Por la pantanosa tierra, por tu carne yerta y casi exangüe…
Deseas tocarme pero la sangre que pierdes por la cantidad
De heridas que te he causado, oprime tu cuerpo humano

Transformándome en un asesino, aun así tus endebles
Gemidos colman mis oídos de vigor y enfermiza alegría…
De pronto la agonía de tu cuerpo cesa por completo.
Me detengo en seco y suelto la soga que te ataba.
Caes desparramada como un bulto muerto y agonizante.
Con tus últimas palabras me dices “te amo” y me sonríes

Apenas y visiblemente… lo siento amada mía – te digo,
Lleno de sonrisas mi rostro – he de cometer el peor de los pecados…
Te daré la vida eterna que poseo, para que estés conmigo
Para siempre… si es falta poseerte dímelo ahora
Y te dejaré morir entre mis manos… lleno de lágrimas
El rostro y el corazón destrozado de tanto pesar…

De pronto tu mirar se vuelve lujurioso desfigurándose
Tu faz, llenándose de perversión… “te deseo, amor mío”
Se puede leer en tu pervertida mirada y tu cuerpo
Se apaga como se apaga la luz… lentamente
Mi muñeca se arrastra posándose en tus pálidos
Y fríos labios mientras una de mis garras se apresura

A cortar y la sangre emana como de un manantial,
Al interior del cuenco vacío que es tu boca casi sin vida…
Saborea tu lengua mi Perfidia… mi Pecado… mi Dolor…
Mientras tu paladar se colma con el néctar de la inmortalidad,
De la maldad que emana de mis venas permanentemente
Secas y vacías como recipientes viejos hechos de greda…

Entonces vuelve tu rostro a ser como la seda
Tus ojos se abren como dos oscuras lunas mientras,
Con la mirada llena de crueldad, me empujas
Al suelo y yo me dejo llevar, porque el despertar siempre
Es violento, ya que el cuerpo solo desea lo que deseaba
Con su ultimo aliento en el ultimo segundo de su vida…

Pervertida corres a mi falo erecto… duro de tanto desearte
Y con tus dientes lo desgarras dejando que brote de mi carne…
Mi sangre, tu ambrosía, y te deleitas no dejando que ninguna gota
Se derrame mientras mis gemidos de placer inundan el aire
Y tu bebes como una posesa… como una carnívora bestia…
Que solo desea devorarme colmándome de excitación

Mis gemidos se transforman, en un pestañeo, en un clamor
Que me hace presionarte mas contra mi pene ensangrentado
Mientras los estertores de mi cuerpo reclaman vivos y en agonía…
De súbito mi semen se derrama en toda tu faz, lo saboreas
Emocionada como si nada mas fuese a suceder, pero mi cuerpo
Reclama un orgasmo mas… el tuyo…

Infierno.

Yo, que a los ángeles he dado muerte,
Que con mis manos llenas de sangre
Al Demonio he desafiado, abriendo
Mis fauces, rompiendo mi sayo al sacar
Mi sable hecho de atroces y afiladas espinas.

Yo, que apenas en pie me sostengo,
Al caminar a medias entre los cráneos secos,
Entre las catacumbas, entre los lúgubres féretros
Con mi arma a cuestas y mi armadura destrozada,
Arrastrando mi espada entre los muertos…

Yo, que los humos y los vapores bebo,
Que a la niebla no temo aunque ésta se haga densa,
Yo el de piel tersa y carne blanda…
El que ve fantasmas y ante los espectros no sucumbe
Cuando estos muestran sus filosas garras…

Al pie del Infierno, como un animal enfermo
Gimo… clamo… en atroces lamentos
Me disuelvo, recordando cada tormento,
Cada golpe propinado y siento que en cada
Respiro me ahogo, pero me mantengo enhiesto…

Entonces digo, con la boca envuelta
Entre lenguas de fuego, apretados los dientes,
Comprimidas mis alas y mí pecho…
“Soy el hijo, que las puertas se abran”
Y de par en par braman aquellas aterradoras fauces.

Al entrar pierdo todo aplomo, la valentía
Se disipa entre los gritos y las lamentaciones
De los desgraciados expuestos a los suplicios.
Una vez mas digo: “Soy el hijo”, pero nada,
Solo la oscuridad infinita me envuelve.

Los caminos en la espesa negrura se pierden.
Horrendas visiones invaden mi mente, agolpándose,
Una tras otra pervierten… las voces me hablan…
Las calaveras aparecen… una infinita borrasca…
Pandemonio… una danza que se desvanece…

De pronto, en esa infernal mezcolanza aparece,
Con arrogancia ignominiosa, el Demonio –
¿Qué buscas? – Me dice con insolencia – “Vine
A enfrentarte…” – se ríe en mi cara e inclemente desaparece
Dejándome triste, deshonrado y solo… llenas de odio las venas

Lágrimas de sal

Lloro, con los ojos petrificados en el vacío,
Con lágrimas, como ácidas lenguas,
Como viejos fósiles que se esconden en lo mas hondo.

Lloro con avidez que quema en lo profundo,
Con furia, con melancolía, con tristeza,
Con tibieza y candidez, con pena, con pesar.

Lloro porque no puedo olvidar
Lo que he vivido, ni recordar lo que vendrá
Tras aquella mancha, tras aquel oscuro velo.

Lloro porque no me contengo, no soy capaz
De resistir lo embates crueles del destierro,
Ni el encierro tras ésta cortina, ésta penumbra.

Lloro por la Luna, cual faro en mi oscuridad,
Que ingrávida alumbra mis tempestades,
Mis glorias, mis vanidades, mis vacíos.

Lloro por mis vacuidades, por mis fantasmas,
Que todo desarman, que todo torturan,
Que todo embisten como toros enloquecidos.

Lloro para disfrazar mis verdaderas lágrimas,
Aun más profundas, aun mas poderosas,
Que estas otras que rozan mi piel marchita.

Lloro para resistir la alegría que me embauca,
Como un jugador de cartas, miserable y borracho,
Queriendo que apueste en sus juegos mi vida.

Lloro por mi subsistencia, por mi supervivencia
Superlativa que me engaña, matando cada fibra,
Cada recodo, con su forma lasciva y miserable.

Lloro por lo detestable que se pinta
Ante mis cuencas, agujeros negros,
Como un antiguo cuento de hadas que no se termina.

Lloro porque he de llorar, sin ocultar el sentimiento,
Sin avergonzarme de todo aquello que se ha dejado estar,
Lloro para recordar tu presencia… anima mía, fantasma de sal

Pensamiento.

Insensato clamor... me atormentas vano e invisible,
Me apagas… me atrofias... me ahogas… me reclamas
Que todo está perdido, que no existen esperanzas.
Me dices, que las lagrimas, las que con torpeza hemos
Derramado con herrumbre en los ojos, de nada,
De absolutamente nada han servido, porque el alma
Hemos perdido sin siquiera haber levantado nuestra
Tan “poderosa” espada. Y aquella batalla en la que nada
Ha quedado, en la que pérfidos, los demonios, batallaron
Contra los hados que nos dan vida, la perfidia nos ha derrumbado.

Ahora, solos en el prado, en este páramo inservible
Donde los esqueletos… donde los huesos henchidos de carne…
Donde gusanos y carroña se hablan en el lenguaje de las tumbas,
La tundra, donde nuestros pies hemos posado, se ha vuelto pantano
Y arena movediza, se ha vuelto letargo y compasión reprimida…
Deseo insatisfecho, oído y respiro, canción desolada y vacía.
Mas, los juncos, crecerán algún día y esa “Alma mía” esa “Alma adorada”
Volverá atolondrada a esconderse tras las ventanas
De mis ojos vacantes, como mujer desconsolada, ebria,
Nocturna de placeres nocturnos, hinchada de cantares.

Mientras, mi carne, será el recipiente vacío, estrecho,
Por donde correrán los ríos, y los mares harán su lecho
Guardándose del Olvido, almacenando, en mí, su memoria.
Y como hijos, como avatares llenos gloría… de remembranzas,
Se inundara mi cuerpo de fantasmas y demonios, de bacantes
Bermejas y petulantes, que llenaran mis labios, mi cara,
Mis brazos, mis piernas, con el lúbrico sabor de su lúbrica complacencia.
Se derramaran, entonces, gigantes gotas de mi cuerpo desbordado
Y me romperé en mil pedazos para volver a reconstruirme
Y ser mas apasionado, mas entregado, mas libre…

Máscara

Dibujada en mi rostro cual semblante invisible,
Cual bacanal y nefasto augurio,
Cual abismo inservible y extravagante…
Transformaste oscuridad en blasfemia,
Locura en demencia, realidad en teatro.
Y es que en esta ausencia de papeles y tablas
El rostro no sirve más que como adorno y feos trazos,
Que se doblegan ajándome, convirtiéndome en miseria.

Bajo esta máscara negra mis ojos se ven profundos,
Mi boca triste e inmisericorde, mi piel oscura y peligrosa.
Desafío a los demonios con mis ojos de plástico,
Con mis dientes de goma con aspecto lechoso,
Con mi lengua bípeda de asesino de masas.
En mi faz melancólica, hecha de vendas blancas y trapos sucios,
Se dibuja amenazante la psicopatía de los violadores,
Trenzándose en mis pieles falsas como una antigua verruga.

En este escenario lleno de telas finas,
Lleno de mucílagos y hombres hechos de engrudo,
Mi mascara se convierte en una herramienta necesaria
Para trabajar con payasos y charlatanes,
Gente que se cree mustios dragones y leones fieros…
Gente que vive de los horrendos aplausos
Que les dan otras gentes por sus actos y atroces felonías,
Para luego desvanecerse en sus adoquines y cortinajes…

Con ésta actuación miserable no pretendo
Hacer más que el ridículo, ser un arlequín de sueños rotos,
Que hace sonar sus cascabeles entre las multitudes,
Como un idiota que imita a otros idiotas
En una danza estúpida que causa mas pena que risa,
Aun así me disfrazo para subirme al escenario
Y jugar a que escribo sonetos, a que canciones canto
Con mi voz horrible, mis dientes feos y mi lengua trabada.

Pero no me creo el cuento, no porque me crea
Un destello en ésta oscuridad lúgubre y nefasta,
No porque sean centellantes mis ojos sin esta máscara,
No porque mis manos sean capaces de generar milagros.
Sino porque el llanto se dibuja bajo esta piel hecha de artificios,
Porque mis gritos son más fulminantes y dolorosos
Que lo que se ha trazado en esta máscara
Como una fea mueca, por las manos artesanas de la locura.

Me vestiré, entonces, de juglar antiguo,
De decapitado, con mi violín de acero
Trenzado entre mis brazos y mi garganta,
Escupiré versos mágicos como los ancianos bardos
Embaucando con mí canto a princesas
Y bastardos ladrones, llenaré los oídos selectos
Con las bellas canciones de antaño,
Mezclare ritmos y letras para formar cantados versos

Sumergiendo a los oyentes de mis cantares
En un éxtasis profundo y banal, haciéndoles respirar
El hedor de los amores putrefactos y lejanas tierras
Donde las princesas tienen el rol principal,
Donde los caballeros vagan por las llanuras
Montados en sus corceles fieros, dispuestos
A arriesgar su vida por algún torpe ideal…
He decidido ponerme ésta máscara negra

Llena de poesía pintarrajeada en vivos colores,
Solo para sacarme una sonrisa cuando me mire
Al espejo, observándome distorsionado
Cantándole versos al viento como un poeta borracho,
Loco de amor por sus doncellas, por sus caballos,
Por sus castillos empotrados en montes y olimpos.
Me disfrazo solo para reírme de mi mismo
Y jugar como un niño ciego a golpear una piñata que no veo…

He jurado…

He jurado darte muerte con mi aliento negro…
Cortar, solo con mis manos, tu pescuezo y dejar
Tu sangre correr por el suelo hasta que esta
Se fusione con el pavimento…

He jurado, con toda la vehemencia
Que me es posible de concebir,
Arañarte hasta que tu carne se ensarte
Entre las cavidades de mis uñas sucias

Hasta que te desangres ante mis ojos
Y poder mirar de reojo, al partir,
Los huecos en tu rostro pálido y exangüe
Mientras el miasma que exhales se desvanezca

Entre el resto de los cadáveres que han
Perecido antes que tu… mas, solo espero el momento
En que la desesperanza y la maldad se apoderen
Mi Alma… ahora blanca y tranquila… una vez más

Espero el momento en que mi cegado corazón
Se arremoline con violencia… y la Demencia,
Hastiada de tanta paz interior, se levante,
Y la furia que sienta me libere de las cadenas

Que a lo humano me aprisionan… que a los vanos
Sentimientos me atan, para, con garras y afiladas
Hachas, degollar el pescuezo de aquellos burdos
Enemigos que no conocen la oscuridad del alma…

Y poder huir contigo… mi grácil enemigo y compañero…
Y enfrentarnos en una cruel batalla donde solo uno
De nosotros quedara vivo y el otro será devorado
Por aquellos rapaces monstruos que solo tú y yo conocemos…

Sangre…

Palpitante sol que a mi corazón embistes,
Como relámpagos invisibles que se desvanecen
Entre mis manos… eres sangre como eres amor mío,
Sepultura nefasta que se da sin brío a los condenados,
Deseando, no sin miedo, jamás verlos levantados,
Ni rompiendo los féretros ni las cadenas…

Oh! como te deseo corazón hecho de carne,
De agudeza, de intelecto, de rebosante y puro conocimiento.
Eres sentimiento, deseo, locura, pero lleno estás de amargura,
De aquella soledad que desgarra cruenta, despiadada
El músculo férreo del que estás hecho, rompiendo cada filamento
En las fibras que te sostienen y que te mantienen palpitante.

Y si aun agonizante te mantienes, te sostengo
En estas manos de piedra pálida y lustrosa,
Pronunciando a mil voces mis devastaciones,
Mis lamentos, los atroces tormentos que contra
Mis muros chocan decepcionados,
Porque no soy lo suficientemente fuerte para soportarlos.

De rojo me mancho, el color de tu amargura,
El color de las notas nefastas y los pensamientos pervertidos,
De la tortura y los miembros lacerados con brío y despotismo.
Y soy yo mismo quien habiendo tomado el cuchillo
Me vuelvo amargo, nefasto, pervertido, torturador
De mis miembros, como un dictador de mi cuerpo al que azoto con brío.

Me baño en ti, sangre purpúrea, porque eres el bálsamo
De mis heridas, aquellas heridas que escondo bajo la soledad nocturna,
Bajo el manto de las estrellas. Me baño en ti, vaho en la borrasca
Noctámbula, para que de mi te alimentes como yo de ti me alimento,
Y así, no dejar que acabe nunca este circulo interminable
Donde tú eres el sable y yo sangre de mi sangre…

Caída.

Beberé, del néctar de tu sangre
Y en silencio el agua se hará clara...
En tus manos la fibra... Fina brasa
De vacío, lengua que planta con hastío,
A perpetuidad, un pensamiento, una canción
Que vibra con ardor y templanza,
Se quiebra mi balanza en desequilibrio,
Como si fuera vidrio, ardor, cuento
Que cruento desvaría hacia un final funesto...

Con espanto el brioso corazón se vuelve
Purpúrea ceniza, como piedra caliza
Que se hace polvo y grieta, como la canción
Perfecta, la palabra perfecta, el ritmo perfecto,
La droga perfecta que cuando su efecto acaba,
La vida nefasta vuelve a caernos encima,
Como si una gran sima se abriera de pronto
Y nuestros pies de plomo nos jalaran a las profundidades
Del abismo, haciéndonos olvidar por un momento... La luz

Entonces las heridas se abren,
Como yagas ardientes nos queman los oídos,
Las manos... Siendo testigos de nuestra propia desaparición,
De nuestro propio desquicio, que inclemente nos jala
Al precipicio de nuestra propia devastación, siendo el dolor
El mas firme de sus pilares... Su sustento
Y lleno de portento nos hunde en las tinieblas...
Y tiemblan los conceptos, el miedo aparece atraído
Por su propio olor y el corazón, antes firme, en mil pedazos se rompe.

Delirios de una noche eterna.


Niebla.

Con tu voz de hierro me desarmas,
Manifiestas carne como flores muertas.
Son tus córneas dos enhiestas rosas azules
Que clavan sus espinas en mis huesos.
De mi lecho te levantas como blanca luna,
Petrificando la urna en la que estoy muerto.

Trazas, como se trazan los hervores,
Como la mañana te levantas pétrea,
Amaneciendo vaga en los cementerios,
Donde los muertos, como yo estoy muerto,
Se embriagan del licor de tus entrañas
Bebiendo hasta hartarse de tus noctámbulos besos.

Tiemblan los féretros bajo la sombra de tu manto,
Mientras tus manos dibujan el canto de sus piedras,
Rozando con la punta de tus dedos febriles
Estremeces sus huesos y calaveras, disipando, solo por momentos,
De la eternidad que en sus mentes habita, a la Muerte,
Que se refleja en esos charcos mostrando los atroces actos de sus vidas.

Calavera.

De las paredes de mi cráneo se desprende,
Como del parto de una simbiosis nefasta,
La aurora repentina, agria y salada, que al cantar
Se desvanece entre mis dedos de agua.

Habitada está de despertares indulgentes,
De ignominias y geométricos fantasmas,
De los vómitos con trocitos de claveles amarillos,
De los cantos y chillidos de reyes pervertidos y príncipes valientes.

De él viene la insolencia y la blasfemia,
Cabizbajo busca una expresión inmaculada
En las hadas que en circulo le rondan mientras bailan,
Cabizbajo busca pero nada encuentra

Porque de sus labios se desprenden los hervores,
Y el amargo sabor de las asquerosas hierbas
Con las que se alimenta, camina a tientas por caminos
Desolados porque por ojos solo lleva cuencas

Es mi cráneo un animal brioso
Que sus penas canta con lagrimas negras,
En él habita mi alma enfermiza, que a ratos
Se desvanece y que a ratos agoniza.

La barrena.

Haré con mi barrena, arena de tu corazón herido,
Borraré con ella la desesperación de tu rostro,
Convertiré tus manos en maltratadas rocas,
Puliré tus labios hasta las orejas, dibujando una sonrisa
Torcida para tener de ti la imagen perfecta
De niña inmaculada y virginal monstruo.

Trazaré con ella tus pechos hasta los pezones
Haciendo graciosos círculos como espirales,
Tragándome, lo que de tu machacada carne
Se desprenda mientras tallo en tus dientes mi nombre,
Y así me recuerdes por siempre aunque a los abismos
Desciendas, en caída libre y mi recuerdo borres.

Haré de tus ojos un mar profundo y oscuro,
Para poner en él un escapulario con mi imagen sombría,
Y así, tu alma refleje la mía apesadumbrada y dolorosa,
Mientras hago un baúl con mis manos huesudas
Y oculto tu ánima, bella, del mundo que la rodea.
Entonces haré de tu cuerpo una estatua,

Que pondré en el pedestal más alto que encuentre,
La bañaré con el oro de mi sangre y te tendré por siempre
Escondida del dolor y las tinieblas, horadaré en lo profundo
De mi mente, las montañas que separan tu imaginación
Y la mía, para que se junten y juntas jueguen a crear palacios
Y fantasías… esa eres tú… alma de mi alma… alma mía.

CUERPO

Sucumbo, piel, al llanto de los inhumanos
Y con ritmo acelerado mi voz se quiebra,
Como truenos en la borrasca, como rayos
Negros que cruzan la inmensidad brillante…
Detestable! Es el soplo que me embriaga,
Saciando, saciándome de sangre…
Aterrado, aterrorizándome hasta vomitar.

Se comban, como el hierro derretido por fuego,
Como la madera torcida con manos de acero,
Mis miembros, mis débiles miembros de carne
Que parecen gritarme, ahogarme, lamentarse
Ante aquel placer exangüe de la Muerte,
Donde languidece, deliciosamente aletargado,
La fibra muscular que los mantiene inmóviles, parados.

De mi boca, blasfemo nido de avispas,
Lanzo el grito que será mi sentencia.
Ahogado se escapa, se reprime, se retuerce,
Como cientos de gusanos brotando a miles
Por cada uno de mis poros. Te repito y te imploro,
Que me dejes partir en silencio, guardarme en mi lecho,
Mientras caigo al suelo lentamente… y me desarmo.

Pero tú, Ángel de la Muerte, detestas el silencio
Tanto como detestas la bienaventuranza, la soberbia
Del adinerado, la Vida que aun vive en cada ser humano.
Prefieres, a todos los placeres mundanos, el grito desconsolado…
La lágrima del agonizante, el desconcierto
Rítmico del corazón adolorido, la hambruna del mendigo,
La tristeza, el sonido gutural de los lamentos…

Por eso, mientras me precipito al suelo, me torturas.
No es suficiente la amargura que siento con mi muerte,
La desesperación contenida en mi pecho,
El dolor inclemente. Para ti, los gritos, los sonidos fuertes
Son parte del rito devastador del fallecimiento, sin ellos,
Sientes que no has cumplido, que el ritual no fue consumado
Y que en vano has bajado a la tierra a poseerme…

Me entrego a ti, crudo, sin piel que me proteja de la crudeza
De tus labios, de tu dalla, desprovisto de razón y conocimiento,
Del entendimiento aletargado de las fábulas, de las proezas.
Me entrego a ti con la certeza que seré nada y todo,
Entre tus manos, y en medio de tus ojos me desprendo y deposito,
En alma, mientras mitigo el dolor que me has causado con tus besos.
Muerte, deja mi cuerpo marchito descansar en su lecho
Para que guarde en su pecho este dolor tan incontenible…

Poema horrible.


Hoy desperte con ganas de escribir
Un poema horrible… lleno de faltas
E incoherencias, nefasto por donde
Se le mire, sin hilaridad como si fuera
Un cuento que recuerdo a medias:

“Amor, eres la respiración mas profunda,
El ritmo mas preciso, la canción mas aguda
Que he oído jamás, amor me recuerdas
Un solar dia de invierno, donde los cerezos
No han vuelto a brillar y tiesos los cerezos
Esperan que tu y yo vayamos a mirar un atardecer”

También podria ponerme a escribir de lo cotidiano:

“Diafano! Dia que temprano arrecias.
Tomo mi cabeza entre las dos manos
Esperando que temprano vuelva a amanecer.
Detesto lo cotidiano, el ritmo acelerado de la ciudad.
Sin embargo soy patetico, soy normal, responsable,
Respeto mi vida y la de la humanidad,
A nadie hare daño aunque me hagan mal,
Sere honesto, un trabajador incansable,
Un respetado ser social…
Diafano dia que temprano arrecias
Vomito en tu vientre, con asco, en el centro
De tu asquerosa ciudad…”

O a los niños que tanto bien le hacen a la humanidad:

“Vil gusano que como larva te arrastras,
En los brazos de tu madre parece que hablas
Pero no dices nada, solo balbuceas
Frases que no entiendes… horrible larva,
Parasito intolerable romperia tu cuello
Si la sociedad no te tuviera tan protegido…”

O simplemente palabras al azar:

“azar, melón, clase, diseño, tortura, sueño”

O simplemente incoherencias:

“Asndfladfn ldfadfdsfldkmnfa dkfdnfd”

O nada:

La Muerte...

Guardada de Silencios… en los abismos quietos,
En las oscuras cuevas, con las manos
Negras de tanta sangre seca… inmóviles.
Se agita, entre gráciles piedras, entre cráneos
Putrefactos y macerados huesos, la inanimada
Figura de aquella que acecha…

Te sonríe, solo si tu sonrisa le prestas,
Con la agonía dibujada en el rostro,
Con los ojos llorosos de tanta desesperación acumulada,
Con la mirada de aquel que no le queda nada
Solo la soledad en un vacío inmenso,
Solo clamores y lamentos

Cansada está de caminar silenciosa,
Cansada está de los senderos… de los viejos esteros
Que han sido una y otra vez cruzados…
De los mares navegados hasta el cansancio…
De la muecas somnolientas, de los hombres malvados
Que se arrepienten cuando la muerte les llega…

Cierra sus ojos y piensa, a cada momento,
En lo que la llevo a ser lo era… en lo que fue…
En lo que llegará a ser cuando ella muera…
En su forma cadavérica… en su supuesta maldad…
En su soledad… en quién derramará alguna lágrima
Si ella no está más…

Triste vuelve a su tarea nefasta,
Con aquella sonrisa macabra que transforma
El viento en un agudo chillido, levantando,
De los putrefactos cuerpos, sus almas, generando,
Entre aquellos infelices que no la esperan,
Solo desesperación y llanto…

LAS ESPINAS...

Se convan, con los pies ensangrentados…
Con los ojos muertos… con los parpados caídos…
Con las garras maltrechas, mis demonios,
Que al son de aquellas espinas quietas
Que se les clavan en la carne, parece
Que se aquietan como embelesados,
Anonadados por el bálsamo labial
De aquellas flores marchitas y viejas
Que les cuelgan del rostro y las ajadas manos…

No despiertan, mas bien duermen profundamente,
Apaciguados los silencios, las mortajas, los hachazos,
Parecen seres que no existen… que se hunden
En la distancia de sus pensamientos y añoranzas,
En los valles perdidos donde ni la Angustia ni el Dolor
Acechan, donde apaciblemente juegan
A ser los niños malcriados predispuestos al poder
Y la venganza, niños dorados tallados en mármol
Que no son castigados no importando cuanto mal hagan…

Pero mis demonios, mis amados demonios,
No saben cuanto añoro vuestra presencia…
No saben cuanto deseo el beso nocturno de vuestros labios…
Su carne presa de mi carne, sus manos presa de mis manos,
El agresivo, casi sanguinario roce de vuestros afilados garfios
En el enconado cuerpo de mis heridas ulceradas,
Infectadas y putrefactas, bezo marchito que llena
Mis llagas de ardor, pestilencia y desagrado,
Oculto tras el hado miserable de mi inocencia…

No recuerdo, más bien no logro recordar lo fugaz y lo eterno…
Lo inmisericorde, lo salvaje, lo perpetuo, la extenuante
De aquellas ansias brutales que convierten la carne en cenizas…
Las sonrisas, las macabras sonrisas que oscurecen mis noches
Con pavor y depravaciones ligando mi alma a las tentaciones
Más lóbregas y lujuriosas… extraño de ustedes, mis demonios,
Los cantos, los sones demoníacos arrullando mis sueños y mis dones
Transformados, ahora, en duras espinas de piedra que me penetran
Invertidas el alma cancina y pasajera sin vuestros mágicos dotes…

Entonces con mis dos cuencas hechas de oscuros abismos…
De negros caminos mitigados por el sopor, os invoco.
Os invoco también con mis manos resquebrajadas,
Con mi llanto eterno, con mi lengua mal hablada…
Os invoco con mis cánticos y mis sonatas, con mis versos
Y mis pensamientos hechos de polvo grueso… con mis harapos…
Para se hagan presentes en mis pergaminos… en la macabra
Sombra de mi destierro, en mi destino tatuado efímeramente
En el agua de mi somnolencia… os invoco para que vengan, mis demonios

CANCION MACABRA...

Te escucho, Canción, como arremolinada
Entre la rabia y el pesar… como cortada
Con el hacha del suplicio… como trastornada
Por la distorsión y la mirada pervertida de tu cantor

Soplas, en un leve susurro, en un triste trinar
Un mensaje oculto que te transforma
De inmediato en un misterio que, a tu propio compás,
Te desfigura el rostro bello… matándote

Convergen en ti, todas las voces, todos los instrumentos
Y aunque perversas son tus notas y tus versos,
Aunque de ti no haya más que melancólicos resquicios
Dejas un mensaje en mi cerebro que no languidecerá…

Déjame, ahora, cantar contigo… cantarte a ti,
Lanzando alaridos que vagaran perdidos
En la inmensidad primordial de mi propio abismo…
Alumbra mi camino hacia lo profundo de la oscuridad

Canción!! Aúnas dentro de tus tonadas y repentinas notas,
Mis sentimientos, mis lamentos más finos, la huellas
Que el Destino ha dejado en mis surcos de miseria,
La maliciosa entropía de mi determinación

Por eso clamo por ti en los momentos en que el sopor
Me ha corrompido hasta los huesos, dejando a mi Alma
Y a mi corazón quietos en la soledad… en la ausencia
De maldad que brilla en el vacío…

Canción!! Déjame cantarte… déjame bailar una vez mas
A tu macabro compás… déjame danzar entre el fuego
De tus lúgubres notas… de tus oscuras y misteriosas palabras…
Déjame beberte toda entre sorbos de sangre

Arrancados de las fauces de aquellos demonios
Que me asechan entre la niebla… de aquellos insectos
Y reptiles que salen para devorarme…
Canción!! Déjame ser, una vez más, tu Oscuro Danzante…

Los cuervos…

Desfilan, con precisión macabra
Por lo campos donde la Muerte,
Lúgubre dama, ha esparcido
Su ponzoña pestilente y asquerosa.

Rondan, donde las almas braman,
Donde los cuerpos hieden su agonía
Pestífera, sucumbiendo, inevitablemente
Ante la descomposición infalible.

Temibles, se vuelven ante la carroña…
Pérfidos, cuando el hedor de los cuerpos
Les colman sus narices tan acostumbradas
A la desolación de los campos y las pestes.

Bestias voraces, absorben el alma cuando
La carne, carcomida o calcinada, devoran,
Transformando los cadáveres en inservibles
Despojos, de los que a su antojo disponen,

Sacan los ojos, la jaula donde el ánima,
Guarecida del peligro y de la sangre, se esconde,
Evitando cobardemente todo riesgo,
Mas el pico afilado del cuervo, hábil y rapaz,
Escarba sagaz todos los misterios que al alma rondan

EL VAMPIRO

En el instante aquel en que te he bebido toda,
Lleno de desvaríos y recuerdos fatuos,
Lamo a mi memoria al benedictino fruto de tu blusa…
Y en tu mirada, en tu palidez eterna,
Contemplo a la Muerte que habita en tu reflejo

Constantes sonidos me acongojan,
Constantes ángeles superfluos surcan
Los cielos que mas allá de mi alojan…
El sabor de tus labios me llama,
Me tienta a ir mas lejos que al poeta su pluma

Con mis garras de bestia
Dibujo en tu espalda la desolada
Llama, eternizando cada momento
Que paso a tu lado… y pasan los inviernos,
Los veranos amargos mientras el polvo

De tu cuerpo se deshace en mis manos…
Ya he vertido lágrimas por miles…
Por millares he derramado sobre la tierra seca…
Oh Soñadora mía! Lamento los momentos
Borrados por causa del Olvido…

Por causa de la Soledad, que agria y cansada,
Los vuelve efímeros en mi memoria…
Preferiría ser yo quien descansara ahora en tu lecho…
Haber muerto yo en aquella confusión,
Donde mi alma tosca y burlona, llena de celos

Me cegó por completo… te daría mi vida
Si el cielo no me hubiera castigado por mi pecado…
Te daría mi sangre si no la hubiese vertido
Ya en lágrimas y pasare la vida esperando a la Muerte…
Esperando a tenerte una vez mas a mi lado…

Anhelo la bruma...


Anhelo la bruma, aquel resplandor
Metálico que se posa en tus ojos
Al caer la noche… aquellas caricias…
Melancólicas caricias que me embaucan
Cuando me rozas los labios, la piel,
Mi rostro pálido de lagrimas, de inviernos…
Sucumbo ante el pesar cuando pienso,
Que suficiente tiempo me has esperado,
Que ya basta de estar perdido entre las sombras
Como un simple humano que se desorienta…

Ahora, que mi sangre vuelve a estar maldita,
Que he mutilado mi mano para transformar
Mis cenizas en un cementerio de marionetas
Y vagabundos, donde rapaces vuelan los cuervos,
Mientras los cuerpos de sus victimas yacen desparramados
Sobre la tierra árida, esperando ser destrozados
Y terminar con su agonía… bípeda es mi lengua,
Afiladas mis garras… gigantes mis alas ahora
Que de la muerte prematura me he levantado
Para volar sobre el cadalso con aquellos pájaros negros

Y dirigirme una vez mas al destierro y sus desiertos,
Para encontrarte, porque nada mas deseo que sentir
El sabor de tus besos rozando mis labios fríos y yertos,
El calor de tus manos sobre mi piel áspera y lánguida
Al son de la música… del trinar de los insectos nocturnos…
Del gorjeo suave de la luna que nos canta al oído,
Mientras, dormidos y desnudos, nos abrazamos
Y nuestros cuerpos otrora congelados por la lejanía,
Se sientan cercanos y al calor de nuestra propia hoguera,
Fundidos se fragüen contemplando las estrellas…

Las voces

Claman, como vómitos ardientes
En las entrañas, como acidez
Que los huesos queman y corroen…
Mas, en lo nefasto de su esencia,
Las voces braman la nostalgia,
La locura que transporta a depravados
Tiempos, donde los cuerpos no eran
Mas que fantasmas en las inmediaciones
Del alma, y el ánima, miserable y austera,
Vagaba por las esferas en silencio.

Siento, sus gemidos alados, sus alaridos
Cruzando vacíos inmensos, distancias
Reverberantes de ecos que resuenan,
Circundando mis abismos quietos,
Mis oídos llenos de bramidos aullantes,
Sonidos infinitos que desaparecen
Mas allá de lo distante, de la niebla soluble,
Que convierten las nubes de mi mente
En una masa sin forma… tan cadavérica,
Tan extremadamente cadavérica que entro

En pánico, al ver, lo nefasto de su forma.
Con el tiempo, las voces que mi cabeza corroen,
Corrompieron mi esencia, dejándome orate
Y solitario, mas, sin darme cuenta, mi escenario,
En el que me he representado múltiples papeles;
El de hombre, el de ermitaño, el de lobo,
No entiendo como, pero acabo en cenizas,
Que al evaporarse completamente llenaban
Todo con un vaho pestilente y nauseabundo…
Dejándome sin aire… solo agonía y silencio,

Con mi entorno quieto como ferrosas piedras…
Los cadáveres han muerto…!!! Los podridos huesos
Han desaparecido…!!! Los fantasmas, los demonios
Fieros, cubiertos de yeso quedaron, por mucho tiempo.
Mas, Las Voces no murieron y siguieron bramando,
Gritaban aunque mi oído atención no les prestaba,
La esperanza las mantenía aferradas a los recuerdos,
Y cuando ya dispuesto estaba a abandonar la profundidad
De los abismos, la Oscuridad, teñida con agonizantes voces,
Lanzó, haciendo ápice de todas sus fuerzas, un último grito,
Que me llevo de vuelta, una vez mas, a sus tan asquerosas fauces

El fin de los amantes

Oh! Corazón cansino, delirante,
Manchado estas de la sangre
De tus pecados y los míos… delirios
Desvanecidos entre lirios y tumbas.

Oh! Pétalos negros que se deshojan
Y desdibujan entre sombras y sombras,
Cantares absolutos vestidos de sorna,
Tortura y vómitos en medio del desierto.

Y ahora tú, envidiosa y suplicante,
Dictas con locura mis arrebatos mas absurdos.
Tú, la fina mujer de seda sangrante
Que agoniza, extática, entre mis sueños.

Mientras mis manos, tizones encendidos
En marcos de plomo, te tocan sin decoro
Desde la cabeza a la cintura, envolviendo
Tú exquisita figura en mi tiesto de greda.

Y así, cuando la primavera al fin llegue,
Y tus hervores se hayan hecho agua y perfume,
Beber toda tu deliciosa esencia en un sorbo,
Como si fuera el licor de los dioses…

Entonces tu alma será mía, como en vida
Lo fue tu cuerpo y bailaré como un danzante
Enfermo sobre tus despojos, y tus huesos

VERSOS COMPLETOS – LA DESDICHA

Ellos no saben, no, no saben beber del néctar,
Aquella ambrosía fascinante de los delirios abruptos,
Donde ciega, ciega, ciega, palaciega bailas desnuda,
Agónica, adorable y desdichada, pero ebria
Del delicioso sabor de las noches mas oscuras.

En tus ojos vacíos me cobijas y me cuentas
Cuentos que me roban el sueño, donde las noches
Son frías y los abruptos delirios se embriagan
Arrobados de danzas y de espíritus de dioses adoradores
De vicios, viciosos de vicios y de cuentos nocturnos.

Entonces, vicioso mi espíritu se desvanece entre tus manos,
Sumergiéndome en manantiales de aguas invisibles.
Y dioses inservibles me cobijan y me arrastran
A las tierras áridas donde yo también soy inservible,
Adorador invisible de la arena y sus crepúsculos.

Y entonces te apareces, una vez mas entre mis sueños
Robados, adorados sueños, como la brisa que agita
Nocturna las grandes ramas de los mas grandes árboles.
Y entonces la desdicha, adorada desdicha robada,
Vuelve a mi desdichada de entre los nenúfares y los gritos.

Perversidad.

Ebrio de ti, beberé hasta el último sorbo
De tus lágrimas negras hasta saciarme,
Hasta agotar el último pensamiento
Desmembrando tu cuerpo comenzando,
Primero, por las manos, mientras tramo a tramo
Tu voz recorre mi espacio, mi desierto.

Amo, el mundo de las hadas, tu mundo,
Porque en el retumbo como lo hacen,
En mí, los espejos, sintiendo mí reflejo
Dispersarse en mis otros reflejos, como los destellos
Que opacamente deslumbran, agraciados,
Pero deambulando trágicos como los hados perdidos.

Cuerpo, eres mi testigo y antes mis dioses te nombro
Como el culpable de ésta perversidad tan… tan profunda
Que me arroba, superándome, aun en ésta pobreza
En la que mi alma mendiga estalla, colapsándome,
Superándome aun por sobre mis propios obstáculos,
Maldiciendo mi propia fuerza, mi entereza, mi pasión, mi voluntad.

Me miras con maldad, desde la sombra de mi mente,
Deseo tenerte para acabar contigo, deseo besarte, devorarte,
Sentir la tibieza de tu cuerpo famélico junto al mío…
Dime ¿es que acaso no entiendes, mi perversidad malsana,
Que mi cuerpo, tu gestor, te reclama para que lo colmes de llamas,
De furia y pasión, mientras yo, agónico y triste, solo deseo desesperación?

La Atalaya negra

Tú, que eres gloria y fantasía,
Fantásticamente adornada
Y entre oscuro cadmio posada,
Por pilares de piedra, por el viento
Esculpidos, rodeada y sostenida.

Majestuosa y oscura te levantas,
Recortándose, sobre la montaña mas alta,
Tu figura en la nocturna bóveda,
Celándose de ti la noche y las estrellas
Por ser más lóbrega y profunda.

Es tu repugnante figura,
La que al desprenderse de la piedra
Calcárea, asemeja espectrales fantasmas
Con horrendas fauces y animales
Furiosos con sus filosas garras,

Depredadores prestos a devorar
A cualquiera que se acerque lo suficiente,
Como para sentir el vaho que se desprende
De lo profundo de las hediondas cuevas
Que atraviesan tus subterráneos.

Mas, aunque mi nombre haya sido tallado
En lo mas hondo de tus laberintos,
Condenándome, seré un tizón encendido
Que se abra paso en las tinieblas nauseabundas,
Un demonio poseído por la borrasca,

Escupiendo fuego, quemando todo cuanto puedo
Arrasar, devorando tierra, devastando todo
Lo que pueda encontrar, para abrirme paso,
Y así, cortando mis cadenas sentir la libertad
Que abunda fuera de los densos muros de esta,

mi atalaya negra…

De lo pasajero.

…Y había iglesias en las alamedas tristes,
Rodeando el cementerio donde yacía, otrora,
Tu cuerpo, ahora marchito y devorado
Por los gusanos y la tierra. Desolado te espero
Con las manos abiertas y el corazón henchido,
De dolor conmocionado, aterido, como si un vendaval
Lo consumiera por completo y trozo a trozo quedara frío.

Ahora, solo queda de tus huesos el polvo, ahora
Solo tengo de ti mis recuerdos y aquellos melancólicos
Deseos que tenía cuando estábamos juntos,
Mientras una cacofonía resuena en mi oído, como un eco
Que horada lo profundo de mi conciencia, dejando
Un profundo hueco, donde antes celebraba con alegría,
La algarabía de nuestros furtivos encuentros.

Aun siento la inocencia de tus besos, la inclemencia
De tus pasiones rozando mi cuerpo aun desnudo,
Bajo la luna, que como yo siente un nudo en la garganta
Por tu partida de hace tantos años, de tantos milenios.
No tuve el valor de partir contigo, de entregarme al cuchillo
Que atenazaba mi cuello cada vez que los pensamientos
Amenazaban con traicionarme, y traerte conmigo una vez más.

Pienso, a cada momento, que la verdad traiciona los recuerdos…
Aquellos instantes sagrados donde tú y yo jugábamos a sentir
El silencio entre nuestras manos, donde nuestros corazones,
Ya no cansados, ya no heridos, de tantas vidas pasajeras, de tantos
Segundos ataviados de preocupaciones, podían entregarse al vagaje
Solitario de las almas errantes, a aquellos soplos… instantes,
Donde el tiempo es insignificante y nosotros somos uno.