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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Jue Feb 12, 2009 7:31 pm

HILOS

La Luna pendía del cielo como un cascabel del cual destellaba música de universos perdidos, enredados en el hilo que la sostenían, tintineaban canciones que ahora arrullaba en mi dedo, presas en el rocío de la noche.

Miraba por la ventana del balcón, mientras la gota que llegaba a deslizarse hasta mi uña, por un movimiento brusco, salto a mi rostro como una lágrima traviesa.

Vi los hilos del titiritero colgados por todo sendero, parecían finas telarañas en los árboles, viento brilloso en los caminos eléctricos de ciudades lejanas. Se incrustaban como murmullo de hadas entre la piel y el alma ramificándose por todo espacio e infestando la mente.

Lo recordé, a mi amante, tendido en la cama, masajeaba su espalda, haciendo retorcer bajo la presión de mis manos, algunos hilos que chillaban como pequeñas bestias retorciéndose que escapaban de la columna, de donde se aferraban. Recordé tradiciones de juegos que otros habían olvidado, conversaciones libres del movimiento tensionado de un movimiento impulsado por el titiritero, solo movimientos propios. Pero aquello era también una tortura, los hilos al ramificarse hasta la mente sedaban al poseído como las serpientes a sus presas, no existía el dolor en la agonía de los apresados, si de aquellos que se los arrancaban.

Era la hija del titiritero, conocía su reino, sus dominios eran bastos y gruñían sus criaturas como hilos en nuevos bosques que se infectaban después de una incansable lucha. Pero a pesar de eso, aún sentía dolor y consciencia. Si es que algún hilo encontraba, lo tiraba como una hilacha que no se puede cortar y a veces se lleva pedazo de piel.

Un día entre un beso tímido y el dulzor de lo incierto. El mismo titiritero llegó y lanzó mil hebras de cada dedo para apresarnos, y a pesar de los zarpazos que daba, a pesar de que nuestra sangre era veneno par aquellos engendros vivientes… Logró alzarnos por el aire y dejarnos al fondo de las dos más altas torres de cristal. No habían escaleras, y las paredes eran lisas y frías como el hielo, pero firmes como el hierro.

Su risa fue un alarido que resonó con gran estruendo, por el eco que producía en la atroz prisión que me hizo arrodillarme y aferrar mis oídos de dolor.

Nos dejó sin comida y no más agua que el rocío de la noche que se filtraba como héroe airoso para consolar mi tristeza y mi sed. Veía cada vez que el sol se iba, caer miles de hilos como serpiente para rescatarme a cambio de aceptar ser aquel juguete anhelado por mi padre. Pero todas las noches tenían la misma suerte, se retorcían y morían. Mas mi sangre se debilitaba, todas las noches, gritaba en vano hacia la otra torre que estaba a unos mil metros de distancia, a veces me parecía oír, percibir la silueta de mi buen amado. Una noche más, y desnudaba mi torso, recordando la forma de mi espalda, su espalda, para encontrar el diseño de mi liberación. Aquella idea… Y un día, mi espalda, mi piel llena de heridas dejó salir las venas más allá de mi carne, como el ramaje de un árbol retorcido primero, para luego adoptar las formas de dos alas carmesíes… y volando, vi como comenzó a llover sangre.

Una tormenta que desde la otra torre era también borrasca. Agujas afilabas que limpiaban podredumbre…Pero ¿acaso moría?.

Miles de agujas traspasaron al titiritero que observaba como una araña suspendida de la Luna, que también se bañó de rojo. La agonía se percibía como el perfume metálico de mi esencia que el viento esparcía.

Los diecinueve universos de los cascabeles que tintineaban en mi cuello vieron lluvia de estrellas fugaces tan rojas como su propio Apocalipsis. Mas, el ojo de la pupila de todos ellos unidos, abrieron un hoyo negro entre mi corazón y la noche, el cual tenía aún engarzada una hebra de hilo muerto, y en el desenfrenó de la oscuridad, esta, se enredó en la luna.

Estaba atrapada como estrella titilante que impregnada de la luz de quien me sostenía, sentía convertir mis ojos en el fulgor atrapado de la esperanza y la agonía. Y así quedé flotando, como la estrella suspendida de la luna, por una eternidad quieta que quizás un día avancé, y rapte del fin a un nuevo caótico empezar.
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Mensaje por BIBLIOTECARIA (O) Jue Feb 12, 2009 7:31 pm

LA CAMA

Ella traía hermosas ligas rojas que parecían incrustadas en su carne, un borbotón que perfumaba de perfidia el cuarto.

Un pequeño vestido, tul y seda negra contrastaban con el dulzor del inmaculado mármol de su piel(¡Que bello cuadro por siempre alabado!), solo una pequeña vestida con las ropas que le regaló aquel ser, siniestra silueta asomada bajo la columna que dividía en dos la habitación.

El lugar estaba completamente en tinieblas a excepción de cinco velas prendidas alrededor de una antigua y alta cama, lo reafirmaban tres peldaños que era necesario sortear antes de poder recostarse en ella.

La joven antes de subir el primer peldaño de aquella escalinata, se detuvo y casi temblando con la voz, dijo - ¿Será muy doloroso? -. Al oír esto, él perfiló una macabra sonrisa y se acercó lo suficiente para que el brillo de una vela, como sirena accediendo a un mar exquisito, jugará en su pupila. – Solo será un gritó… un delicioso grito – y continuó diciendo aquel – ve, y al recostarte, cierra los ojos –.

Ella obedeció, sus pasos repicaron aún en las sombras y luego de dejarse caer lentamente en aquellas telas de seda blanca, sintió como los resortes crujían y las almohadas la abrazaban.

La silueta siniestra avanzó revelando al silencio su identidad. Se paró junto a la cama y rozó con su mirada cada recodo de aquella doncella.

Se agachó para tantear bajo el monumental mueble hasta encontrar una argolla. Con gran fuerza, excitado, jaló la argolla, la punta de una cadena.

Un segundo… y los engranajes perfectamente engrasados giraron provocando que doscientas afiladas y delgadas lanzas zumbarán entre los resortes y despedazaran todo a su paso, cumpliendo su recorrido desde la cama hasta incrustarse en el techo.

Él, al jalar, soltó inmediatamente la argolla para mirar el espectáculo. Había tirado la cadena como un niño jalando de la cuerda de su juguete favorito, y luego se quedaba atento para ver la maravilla de sus movimientos… La sangre lo salpicó con violencia, ella solo alcanzó a gemir lastimosamente, su cuerpo se deformó como el de una muñeca rota, retorciéndose, sus miembros tensos, mas solo gimió… una lágrima se deslizó en su rostro mezclando con el rojo de su cuerpo. Él la miró como absorto, no hubo grito… la sacudió, pero solo hizo que se deslizara hacia abajo un poco su carne.

Jaló y jaló la cadena ya accionada, pero la cama no se movió, las lanzas no bajaron ni volvieron a subir, ni el grito resonó en su cabeza, solo se repetía un gemido en su mente.

Se tapó con desesperación los oídos y en posición fetal quedó balanceándose junto a la cama... esperando en vano, aquel grito final.
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