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SYLVIA PLATH

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Mensaje por Invitado Vie Ene 30, 2009 10:31 pm

SYLVIA PLATH

El arte de morir, según Sylvia Plath

Sylvia Plath escribió sus diarios desde los 11 años hasta una fecha cercana a su muerte, a los 30. La intensidad de la vida y de la poesía de esta escritora norteamericana han hecho de ella un mito literario, que la tragedia de su suicidio, en la cima de su creatividad y belleza, no hizo sino cimentar. Su marido, el también poeta Ted Hughes, fue acusado por muchos admiradores de Plath, de haber sido el desencadenante de su fin. Él mismo supervisó una edición mutilada de estos diarios en 1982. Los diarios de Sylvia Plath (1950-1962), un volumen de mil páginas, salen a la luz dentro de unas semanas con las auténticas claves de una existencia deslumbradora y atormentada.

FIETTA JARQUE , Madrid
Dos meses después de cumplir los 30 años, el 11 de febrero de 1963, la autora de La campana de cristal dejó a sus dos pequeños hijos -de tres y un año- dormidos, metió la cabeza en el horno y cocinó un bonito cadáver. Un punto final que no sólo no cerró su historia, sino que abrió una brecha que nadie ha sido capaz de llenar. El culto a esta poeta americana, apasionada y frágil, contradictoria y brillante, no ha decrecido en 30 años y el enigma de su fin ha provocado cerca de una docena de biografías, truncadas como su vida, descorazonadas como su obra. Ahora puede ser ella misma la que revele el largo proceso interior que la llevó al suicidio. La publicación completa de sus diarios promete señalar los puntos de este intenso y a veces lúcido itinerario. "Morir es un arte", escribe, "y yo lo hago excepcionalmente bien". Su ex marido, Ted Hughes, confesó haber destruido uno de los dos cuadernos que abarcan los últimos meses de la vida de Sylvia Plath. "No quería que sus hijos tuvieran que leerlo. Por aquel entonces yo consideraba el olvido como parte de la supervivencia. El otro desapareció", admite en el prólogo a la edición parcial de los diarios, publicada en España por Alianza en 1996.

La versión completa
Pero el resto de cuadernos y hojas sueltas quedó depositado en el Smith College. La profesora Karen V. Kukil, encargada de la sección de libros raros de dicha institución, es la editora del volumen que ahora trae a la luz la totalidad de estos documentos. The journals of Sylvia Plath (1950-1962), que publica en el Reino Unido la editorial Faber & Castell el próximo 3 de abril, abarca en su parte central las memorias de la autora desde los 18 años hasta un año antes de su muerte. El libro incluye la transcripción exacta de los 23 diarios y fragmentos sueltos del archivo del Smith College. También están los textos completos de los dos diarios que Ted Hughes desveló poco antes de morir, en 1998.
En las páginas tempranas salta a la vista la inmediatez y el vigor con que intenta dejar un testimonio de sus pensamientos y emociones. A través de ellas se puede seguir la huella de sus primeros pasos como escritora. Pero también quedan patentes el terror y el placer de la ceremonia que ella más adelante llamaría "el gran strip-tease" de matarse lentamente.
Los textos toman la forma de un diálogo entre el lado oscuro y el luminoso de su existencia. Se suceden las preguntas sobre el sentido de la existencia, que entran a veces en una desquiciada espiral que la lleva a la crisis. "Tienes miedo de quedarte sola con tu propia mente", escribe. Y percibe el crecimiento de esa sombra en su interior: "No puedo ignorarla, sé que está aquí, la huelo y la siento".
La parte central de esta publicación es la etapa adulta, de 1950 a 1962, sus años de universidad en el Smith College (interrumpidos por la crisis que sufre en 1953), su continuación en el Newham College y Cambridge, su matrimonio con Ted Hughes y los dos años en los que trabajó y vivió en Nueva Inglaterra (EE UU).
No deja de llamar la atención que su tesis de graduación se centrara en el uso del doble en la obra de Dostoievski. Ella misma se sentía cada vez más pendiente de una duplicidad, en la que su segundo yo era un hombre. Y a veces adopta la fría mirada del macho: "Soy en parte hombre, y me fijo en los pechos y las caderas de una mujer con el cálculo de un hombre escogiendo a una amante".
Cuando volvía sus ojos a la mujer, la mirada no era benévola. "Entro en el juego de la dulce virgen americana, vestida para seducir", escribe burlándose de su afán por ajustarse a la imagen de cierto ideal femenino. Porque el juego de la seducción, la caza del hombre, la fascinaba y la asqueaba a la vez. Se ve a sí misma a veces como "una vampiresa", que no repara en "castrar a esos arrogantes que se vuelven críos en el momento de la pasión". Los hombres son un tema persistente en estos diarios juveniles en los que las mujeres apenas aparecen, y si lo hacen es en forma de rivales.
La tentación del suicidio la vence por primera vez a los 20 años. Es internada en un hospital psiquiátrico. Al terminar el tratamiento confiesa en sus diarios que su verdadero problema eran los celos. "Tengo celos de los hombres. Una envidia profunda y peligrosa que puede corroer, imagino, cualquier tipo de relación. Una envidia nacida del deseo de ser activa y hacer cosas, no ser pasiva y sólo escucharlas". Las dos preguntas que subyacen en estos diarios, y que ella es perfectamente capaz de formular, con excesiva dureza, son las siguientes: "¿Puede una mujer autosuficiente, excéntrica, celosa y con poca imaginación escribir algo que valga realmente la pena?, y ¿puede formar una pareja?".
Cuando llegó a Cambridge con una beca en 1955 manifestaba estar buscando "un gran amor, peligroso y explosivo". Y lo encontró al poco tiempo en Ted Hughes, un poeta guapo e inteligente, lo suficiente como para entender sus ambiciones y compartir sus sueños. La pasión que surge entre ellos parece compensar su desasosiego. Plath relata que en su primer encuentro él "estrelló" su boca contra la suya. Y la "vampiresa" anota: "Cuando él besó mi cuello, yo le mordí la mejilla con fuerza".
Una pasión y un amor completos que la transforman y con los que parece encontrar finalmente la felicidad. Se casan en junio de 1956. "Atrás quedan esos días en busca de la satisfacción egocéntrica de conquistar hombres que se iban derrumbando uno a uno", escribe.

Celos
Cuando Plath acaba sus estudios en Cambridge, la pareja se traslada a Estados Unidos, donde ella imparte clases en su viejo College. Pero al poco tiempo se le hace insoportable y empieza otra etapa de inestabilidad.
Llama a su marido "mi salvador", "mi perfecta mitad masculina". Pero al mismo tiempo se desata una soterrada competencia entre ambos. Él es un autor celebrado; ella, bloqueada temporalmente en su propia escritura, se dedica a mecanografiar los poemas de Hughes.
Plath empieza a acosarlo con tales muestras de atención que Hughes se siente acorralado. Y surgen los celos. Justificados. Plath no puede soportar que él se fije en otras mujeres. Él es incapaz de vivir bajo ese régimen de posesión. La deja.
La deja al borde de un barranco que ella conoce bien, un territorio que vuelve a cobrar vigor en los poemas que escribe en sus últimos meses de vida. Es la atracción de un vacío que ella trató de llenar con sus palabras. Porque la búsqueda de una "voz profunda y propia" en literatura es lo que justifica su existencia. Es muy dura consigo misma, muy autocrítica. No quiere caer en blanduras y cursilerías.
Sus dos últimos años fueron muy creativos. Publicó sus dos primeros libros, estaba trabajando en su segunda novela (la primera fue La campana de cristal) y, sobre todo, culminó los resplandecientes poemas de Ariel (Hiperión), escritos poco después de la separación de Hughes.
El 16 de octubre de 1962 escribió a su madre: "Soy una escritora de genio; se me ha concedido el don. Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, los que me harán famosa".


La invitación de Marylin Monroe
La angustia de una escritora insegura de su poder de expresión, persistente, sin embargo, en la necesidad vital de la literatura, tiñen las confidencias, con frecuencia descarnadas, de sus diarios. Sylvia Plath se acusa de utilizar "trucos arcaicos y monos'' o de caer en ridiculeces "exótico- románticas". Es sumamente crítica consigo en esa búsqueda de una expresión alejada de los arquetipos de la literatura femenina. Una "voz propia y profunda" que, sin embargo, está absolutamente clara en estos diarios desde el principio.
Mientras se esforzaba comparándose con D. H. Lawrence, Dylan Thomas y, por supuesto, su propio marido, Sylvia Plath, sin advertirlo, ya había hablado con su propia voz en la intimidad de sus diarios. Una mujer que en los siete últimos meses de su vida fue capaz de escribir una colección impresionante de poemas que la han situado entre las grandes escritoras del siglo XX. Su muerte violenta le abrió las puertas al Olimpo literario y al de los mitos de nuestro tiempo. No deja de ser curioso un sueño que relata en estos diarios. En él se le aparece Marylin Monroe "vestida como un hada madrina". Tienen una larga conversación mientras la actriz platinada le hace "una experta manicura" a la poeta y la aconseja sobre qué tipo de peinados o ropa debe usar. Al despedirse la invita a "hacerle una visita durante las vacaciones de Navidad, prometiéndole una vida nueva y floreciente".
Dos mujeres que vivieron intensamente su pasión por la expresión artística en un mundo de hombres que amaban y detestaban a la vez. Dos mujeres que se suicidaron con seis meses de diferencia, en la plenitud de su belleza y talento. Dos poderosas Afroditas.

La verdadera voz estremecida M.Rodriguez Rivero
A lo largo de más de 300.000 palabras, (más de mil páginas escritas entre 1950 y 1962), el mundo de Plath se nos muestra con toda la complejidad de un espíritu lleno de fuerza y creatividad que oscila entre la búsqueda de afirmación y amor y el sentimiento de opresión, de pérdida, de rechazo. La joven que se estremece con el pene de un compañero tenso contra su estómago, la mujer que se mira en el espejo y sólo ve el reflejo de "una nariz rechoncha como una salchicha rezumante y poros llenos de pus y suciedad" es la misma que la que despotrica contra una madre a la que quisiera estrangular con rabia o que se ve a sí misma como víctima de un universo moldeado por los hombres. Y que consigna sus entusiasmos y sus frustraciones, contradictorios y cambiantes, acerca de su carrera literaria. Y que es capaz de descender al infierno de su subjetividad y renacer y volver a hundirse.
Plath es una de las escritoras que más ha contribuido a cambiar el modo en que se piensa en la identidad de las mujeres, más allá de estereotipos y clichés. Los diarios nos restituyen por fin, sin maniqueísmos, a esa "mujer silenciada", a la escritora cuya fuerza y coherencia había velado el ruido de la polémica. Y nos la devuelven mediante una palabra tensa, incómoda, dolorosa de leer, alejada de toda certeza, más real que la biografía más exhaustiva. Volver a sus libros será, a partir de ahora, una experiencia mucho más enriquecedora. Y, afortunadamente, menos mediatizada.


Fuente: http://www.ctv.es/USERS/borobar/sylvia.htm

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SYLVIA PLATH

(Poeta amante de la perfección)

Sylvia Plath nació en el seno de una familia de clase media en Jamaica Plain, Massachussets, el 27 de octubre de 1932 y pasó su infancia en Winthrop. Fue una chica sensible e inteligente, que aparentemente era la hija ideal, popular en la escuela y que obtenía las mejores notas. Pero en su interior almacenaba graves problemas psíquicos que tenían su origen en la muerte de su padre.

Su padre, profesor de biología en la Universidad de Boston, murió cuando Sylvia tenía 8 años de edad y tras una larga enfermedad. A esa edad publicó su primer poema y para cuando empezó a estudiar en el prestigioso Smith College para señoritas ya era una consumada poetisa. Sus estudios en Smith fueron sufragados por una beca ofrecida por Olive Higgins Prouty, escritora que se convirtió en su amiga además de en su benefactora.

Durante el tercer verano de su etapa en el Smith College, al regresar de una estancia en la ciudad de Nueva York donde estuvo haciendo prácticas en la revista Mademoiselle, intentó suicidarse tomando pastillas para dormir. Más tarde describió esta experiencia en La campana de cristal. Después de un período de recuperación, Sylvia se graduó en Smith summa cum laude en 1955 y ganó una beca Fulbright para estudiar en Cambridge, Inglaterra. Allí conoció al poeta Ted Hughes, con quien se casó en 1956 y tuvo dos hijos.

En 1960, cuando tenía 28 años, se publicó en Inglaterra su primer libro de poesías:"El coloso". Sylvia y Ted se trasladaron a vivir a un pueblecito de la zona de Devon, pero poco después del nacimiento de su segundo hijo se separaron. Él la abandonó por otra mujer que con el tiempo también acabaría suicidándose.
A principios de 1963, Sylvia vivía en un pequeño apartamento de Londres con sus dos pequeños, sin apenas dinero. La dureza de esos días hizo incrementar su necesidad de escribir y trabajaba incansablemente durante la noche en sus poemas. En estos últimos poemas, la muerte era observada como un alivio psíquico cada vez más cercano. El 11 de febrero, mientras sus hijos dormían, Sylvia puso su cabeza en el horno de gas y se mató. Tenía 30 años. "

Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación.

Sylvia Plath escribió sus diarios desde los 11 años hasta una fecha cercana a su muerte, a los 30. La intensidad de la vida y de la poesía de esta escritora norteamericana han hecho de ella un mito literario, que la tragedia de su suicidio, en la cima de su creatividad y belleza, no hizo sino cimentar.


Fuente: http://personal.telefonica.terra.es/web/poesiainfantil/plath.htm

más link: http://es.wikipedia.org/wiki/Sylvia_Plath
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